¿Bergoglio peronista y populista?
La cuestión política no es su proximidad juvenil al peronismo, si no a Juan Domingo Perón.
En los primeros años de su pontificado, esta proximidad a él era una doctrina común en sus biografías, incluso en aquellas autorizadas y controladas por él. Hoy, sin embargo, nunca pierde la oportunidad de negarlo.
En la entrevista con “Perfil”, contó que su abuelo materno era de un tipo completamente diferente, fue un “radical de los 90”, un movimiento político que se consolidó en Argentina con una revuelta armada en 1890, que luego se convirtió en partido con el nombre de Unión Cívica Radical. Su abuelo era carpintero, y Bergoglio recuerda que cuando era niño “un hombre de barba blanca” llamado Elpidio venía a menudo a venderle anilina y charlaba con él de política. “¿Y tú sabes quién es don Elpidio?”, le dijo un día su abuela. “Fue vicepresidente de la república”. Así es, entre 1922 y 1928. “La amistad de mi abuelo con los radicales se debió a Elpidio González y nuestra familia siempre heredó ese ser radical. .
En definitiva, “mi familia era antiperonista”, insiste hoy Francisco. “Claro que como obispo me tocó acompañar a una de las hermanas de Evita Perón, la última en morir, que vino a confesarse conmigo, una buena mujer”. Y en ese sentido “pude dialogar con gente peronista buena, gente sana, así como había radicales sanos”. Pero no, la acusación de haber sido peronista, el Papa hoy no la acepta, y menos la acusación de “haber formado parte de la Guardia de Hierro” por haber dado la guía de la Universidad del Salvador a algunos de sus exponentes.
Por supuesto, también en la entrevista con “Perfil” Francisco reconoce grandes méritos al peronismo, en particular el de haber hecho suya la “doctrina social de la Iglesia” y de haber sido “un movimiento popular que reunió a mucha gente con proyectos de justicia social”. Pero está dispuesto a reiterar que nunca participó en él. De hecho, que ni siquiera era un “simpatizante” suyo, se lo dijo a sus biógrafos autorizados Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti en su último libro sobre él, “El Pastor”, publicado en Argentina a principios de marzo.
Pero, ¿es realmente así? Si uno recorre los nombres de los filósofos, teólogos, militantes con los que Bergoglio estuvo más vinculado, desde Lucio Gera hasta Alberto Methol Ferré, desde Carlos Mugica hasta Jorge Vernazza, el peronismo los une a todos.
En cuanto a los peronistas de la Guardia de Hierro, a los que ahora dice no conocer como tales, basta releer lo que él mismo, como Papa, informó a los periodistas Javier Cámara y Sebastián Pfaffen en el libro Aquel Francisco de 2014: “Yo conocí a Alejandro Álvarez -uno de los fundadores de la Guardia – ] cuando yo era provincial de la Compañía de Jesús, porque había reuniones de intelectuales en la Universidad del Salvador y yo asistía a esas reuniones porque estaba a punto liberar la Universidad y entregarla a los laicos. A una de estas reuniones asistió Álvarez. Lo volví a ver en una conferencia con Alberto Methol Ferré. Luego conocí a varias personas de la Guardia de Hierro, así como conocí a personas de otras corrientes del peronismo, en estos encuentros que se realizaron en la Universidad del Salvador”. Y fue precisamente a ellos a quienes Bergoglio entregó la universidad.
Sin mencionar lo que leemos en quizás la biografía más documentada y autorizada de Bergoglio entre las publicadas hasta ahora, escrita por el inglés Austen Ivereigh, una firma muy querida del mismo Papa:
“Bergoglio no sólo era cercano a la Guardia de Hierro, sino que en febrero y marzo de 1974, a través de su amigo Vicente Damasco, un coronel cercano a Perón, fue uno de los diez o doce expertos invitados a escribir sus pensamientos en el borrador de la ‘Modelo nacional’, un testamento político que Perón consideró el medio para unir a los argentinos después de su muerte”.
Bergoglio nunca se convirtió en militante del partido, escribe Ivereigh, pero “se identificó con el peronismo, considerándolo el vehículo de expresión de los valores populares, del ‘pueblo de campo'”. Y precisamente su proximidad al “pueblo de campo” es objeto de otro calificativo que hoy Francisco insiste en rechazar, el de “populista”.
El Papa considera que la de “populismo” es una acusación intolerable para él, por la distorsión negativa que ha adquirido el término en Europa y que, a su juicio, hace referencia al racismo de Hitler. Cuando en cambio la calificación adecuada, de la que estaría orgulloso, sería la de “popularismo”, que es “la cultura del pueblo con su riqueza”. En su apoyo, Francisco cita a Rodolfo Kusch, “un gran filósofo que tuvimos en Argentina, no muy conocido, pero que entendió lo que es un pueblo”.
Bergoglio ya lo había citado con admiración en su ‘libro Entrevista de 2017’ con la socióloga francesa Dominique Wolton: “Kusch dejó una cosa clara: que la palabra ‘pueblo’ no es una palabra lógica. Es una palabra mítica. No se puede hablar lógicamente de un pueblo, porque sería sólo una descripción. Para entender a un pueblo, para entender cuáles son los valores de ese pueblo, hay que entrar en el espíritu, el corazón, el trabajo, la historia y el mito de su tradición.
Este punto está verdaderamente en la base de la teología llamada ‘del pueblo’. Es decir ir con la gente, ver cómo se expresa. Esta distinción es importante. El pueblo no es una categoría lógica, es una categoría mítica”.
Pero este es precisamente el mito populista con el que Francisco se identifica y que nada tiene que ver con el concepto europeo de “popularismo”, que hace referencia a la temporada política y cultural de los grandes partidos populares cristianos de Italia, Alemania y otros pueblos.
El mito populista es también el secreto del éxito mediático del Papa Francisco, favorecido por estar siempre del lado del pueblo frente a instituciones y jerarquías de todo tipo, incluidas las eclesiásticas.
Sandro Magister / “Settimo Cielo”
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