“¡Fue realmente un Vía Crucis!”
La audiencia comienza con Monseñor Peña Parra y el juramento ritual: «Juro por el Santo Evangelio decir toda la verdad, nada más que la verdad».
Por primera vez, un Suplente de la Secretaría de Estado –Monseñor Edgar Peña Parra-, prácticamente el más cercano colaborador de un Papa, es llamado a declarar ante un tribunal para esclarecer cómo se desarrolló de un socio financiero a otro la enmarañada y opaca venta del famoso edificio londinense, que costó a la billetera vaticana una verdadera hemorragia. La imagen que describe no es la más emocionante: monseñores firmando documentos que no podrían haber firmado, altos funcionarios del Vaticano peleando entre sí en un clima de sospecha mutua.
Para el arzobispo Edgar Peña Parra -en las cinco horas seguidas de preguntas de la defensa y la acusación- aún queda (incluso para él) un gran misterio por resolver. “Mysterium fidei”, lo define exactamente así, que se puede resumir en esta pregunta que está en el origen de todo este bizarro proceso: por qué el director del IOR, Gianfranco Mammì, en 2019, después de haber dado una opinión positiva sobre la concesión de los 150 millones solicitados por la Secretaría de Estado que habrían servido para saldar un préstamo anterior muy oneroso tomado años antes en un Banco externo que costó a las finanzas del Papa 1 millón de euros al mes en gastos de intereses. El dinero del IOR serviría para volver al control financiero del desafortunado edificio londinense.
El panorama que esbozaba esta mañana el arzobispo dejaba entrever un choque clandestino entre los poderes por el control financiero de los recursos del Vaticano y el Banco de San Pedro, hasta entonces gestionado siempre por el órgano del Gobierno central. «¡Fue realmente un Vía Crucis para nosotros! Efectivamente, doblamos el Vía Crucis, porque el Señor ha caído tres veces, nosotros hemos caído seis», añade Peña Parra en su testimonio, confirmando todo el contenido de su «memoria» del 2 de junio de 2020 en la que destaca el ambiguo papel de monseñor Alberto Perlasca -principal acusador y testigo central en el juicio- que no tenía facultad para firmar contratos y que había “clientelismo y favoritismo” en las oficinas vaticanas.
Entre las otras confirmaciones de Peña Parra con respecto a su memorial, la de que en las oficinas había “clientelismo y favoritismo, sobre todo hacia los proveedores”. “Había un solo proveedor de rosarios, solo un proveedor para otras cosas, siempre un solo proveedor. ¿Será que no había otros? Visité una feria de objetos religiosos y conocí a otros proveedores de rosarios, por ejemplo, y cambiamos porque eran más baratos». Deficiencias también en el cumplimiento de las normas contables. “Cuando yo estaba en la Nunciatura se procedió según cierto método y ciertas reglas: esto no lo encontré en la Secretaría de Estado”.
¿Qué respuesta le dio Perlasca sobre el hecho de que anteriormente no se habían aportado los registros contables cuando la Contraloría General de la República los había solicitado? en nombre del Papa? “Me dijo que todo lo que se enviaba siempre terminaba en los periódicos”.
Franca Giansoldati (Roma) / Il Messsagero
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