¿El Papa de la reforma?
En la noche del 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio se presentó al mundo como el nuevo obispo de Roma. Todavía hoy se puede decir que el cónclave hizo una elección providencial, posibilitada por la anterior a la renuncia de Benedicto XVI. (Ernesto Borghi / Portal Católico Suizo).
La mayoría silenciosa. Sin duda que el enemigo de la reforma es la mayoría silenciosa. Se trata de esa parte de los religiosos, del clero y de la jerarquía que permanece en silencio, continúa sustancialmente como antes y según la estrategia de las prisas espera a que pase el diluvio. Luego está el mundo de los bautizados-laicos y de las asociaciones oficiales que guardan un silencio inexplicable, tal vez pensando (con una mentalidad clerical residual) que la acción del Papa es suficiente para la reforma.
Las posiciones adoptadas por los grupos minoritarios, por loables que sean, no son suficientemente significativas, además, a falta de espacios de debate real a nivel comunitario, utilizan herramientas (recogida de firmas, documentos,…) en parte gastados y en parte siempre recibidos con perjuicio por parte de los destinatarios.
Sin embargo, es a los laicos a quienes Francisco cuestiona constantemente ya quienes también pidió ayuda en la “Carta al Pueblo de Dios” para combatir el flagelo de la pedofilia. Evidentemente los fracasos del clericalismo son más amplios de lo que se piensa. Aquí radica la verdadera soledad del Papa.
Las preguntas abiertas. Luego hay algunos procesos que se han iniciado que pueden verse interrumpidos por diversas razones, por ejemplo: la lucha contra el maltrato infantil, el diálogo ecuménico e interreligioso (particularmente con el Islam), la descentralización, la implementación de la reforma de los órganos económicos-financieros (IOR, ASPA , AIF, …), las reuniones de los movimientos populares y el propio Consejo Cardenalicio.
Problemas en la lista de espera. La acción reformadora de Francisco abordó cuestiones pastorales urgentes en términos de principio (familia, jóvenes, Amazonía [3] ) y también en términos prácticos a nivel de estructuras (organismos económicos y Curia), pero en el fondo quedan muchas y delicadas cuestiones inaplazables y que caen dentro de la lógica de la reforma bergogliana. Pensemos en algunos de estos, que entre otras cosas se discuten en profundidad en los sínodos de las Iglesias locales, por ejemplo en la Iglesia católica en Alemania.
- La figura del sacerdote (parece haber sido el tema predilecto de Francisco para el Sínodo de 2018), en relación a su formación, la “ley” eclesiástica del celibato, su papel en la comunidad y en relación a la ministerialidad laical.
- La posición de la mujer en la Iglesia Católica, su ministerio, los roles de responsabilidad que deben desempeñar.
- La reforma de los órganos de participación (consejos pastorales, económicos, sínodos romanos y locales) para la atribución de auténtica responsabilidad a los laicos-bautizados.
- La parroquia que no se considera “una estructura superada”, pero que difícilmente puede ser considerada un instrumento adecuado para la petición de conversión misionera y sobre todo adecuado para la indicación de ser una “comunidad de comunidades” (EG, 28 ) .
- La inculturación del Evangelio y de la Iglesia (basta ver las preguntas que surgieron durante el Sínodo para la Amazonía): este es un tema que está en el corazón de la conversión pastoral y misionera. El mandato misionero exige llevar el Evangelio a todos los pueblos y según la indicación del apóstol Pablo sería necesario “hacerse judío con los judíos y griego con los griegos”. El tema que vuelve a surgir es si hay más categorías de pensamiento con las que se puede transmitir el Evangelio o si deben ser sólo aquellas con las que nos llegó a través de la cultura grecorromana. Y la pregunta surge también en comparación con las categorías del pensamiento moderno y contemporáneo. Aquí también reside la causa de las dificultades para transmitir los contenidos de la fe a las generaciones más jóvenes.
- Finalmente, la cuestión de las preguntas, si se puede decir así, que ha reaparecido en el debate de los últimos sínodos, es decir, la relación entre doctrina y pastoral; si la pastoral es la traducción pedagógica de la doctrina, ¿qué puntos de doctrina toca su actualización? ¿Y cómo deberían reinterpretarse? El tema del “desarrollo orgánico” de la doctrina difícilmente puede evitarse.