Nueva cumbre del lavado verde y del capitalismo verde
Comienza la 27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) en Sharm-el-Sheikh, Egipto. Está masivamente patrocinada por las multinacionales (que están saqueando el planeta) y organizado por la dictadura del general Sissi (que encarcela a los activistas). La credibilidad de este COP es nula. Es una ilusión total creer que podría tomar las necesarias decisiones radicales para limitar seriamente la catástrofe, y mucho menos detenerla con justicia social. En realidad, de una COP a otra, la marcha hacia el abismo continúa.
Al igual que las anteriores, la COP27 gira en torno a cuatro retos: la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (‘mitigación’), la adaptación a la parte ya inevitable del calentamiento global y la financiación de las políticas necesarias; todo ello respetando el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas y las capacidades diferenciadas. En otras palabras, en lo que respecta a la mitigación, la adaptación y la financiación, los países ricos y acomodados, que son los responsables históricos de la acumulación de CO2 en la atmósfera, deben asumir sus responsabilidades frente a los países pobres y acomodados.
Malos tiempos para el clima
En general, con el paso de las COP anuales, y a pesar de las advertencias cada vez más urgentes de los científicos, estos cuatro retos sólo se han cumplido de palabra. París (COP21) y Glasgow (COP26) han aclarado el objetivo sobre el papel (mantenerse por debajo de 1,5°C, o minimizar su superación, manteniéndose «muy por debajo de los 2°C»), pero no han dado los pasos para hacerlo realidad. Haría falta un milagro para que la situación fuera diferente en Sharm-el-Sheikh.
La cumbre tiene lugar en un clima de creciente competencia intercapitalista y de confrontación geoestratégica. Las contradicciones se agudizan a todos los niveles: entre potencias, entre bloques de poder, entre el Norte y el Sur, entre grupos. Desde el final de la pandemia, marcada por la desincronización económica, y, más aún, desde la agresión imperialista rusa contra Ucrania, las tensiones sobre el suministro de energía han tenido efectos contradictorios: aumento de la inversión en energías renovables a largo plazo a la vez que la reactivación de los combustibles fósiles -y por tanto de las emisiones- y de la energía nuclear a corto plazo. Como resultado, los beneficios se disparan en los sectores del petróleo, el carbón, el gas y las armas. Lejos de retirarse de estos sectores, las finanzas están lanzando nuevas inversiones que refuerzan las dependencias, el bloqueo tecnológico, la fuga de combustible y la tendencia al conflicto armado. No es de extrañar que las emisiones de CO2 procedentes de la combustión de combustibles fósiles y las emisiones de metano hayan alcanzado máximos históricos en 2021.
Al mismo tiempo, se acumulan las pruebas de que ya no se puede evitar la catástrofe: en Pakistán, Níger, Siberia, Europa, en el Cuerno de África, América Central… en todas partes, la creciente violencia de los fenómenos meteorológicos extremos, y el número cada vez mayor de víctimas, se hacen eco de la reciente y estridente advertencia del IPCC; en todas partes, las clases trabajadoras se ven muy afectadas. Tenemos que actuar sin demora, en base a la justicia social. Pero este mensaje tiene menos posibilidades de ser escuchado. Al final de los debates más difíciles que nunca, el mejor resultado que se puede esperar de esta COP es que los protagonistas -que tienen un interés común en fingir que controlan la situación- se reunirán finalmente para la foto de familia, jurando que han dado otro paso adelante. Nadie se dejará engañar.
Cinismo, engaño y represión
El cinismo de los patrocinadores de este año lo encarna Coca-Cola. La contaminación por plásticos y el uso de agua dulce han traspasado sucesivamente el umbral de la sostenibilidad ecológica mundial. En este contexto, el hecho de que un gigante del acaparamiento de agua y del consumo de plástico patrocine la COP es revelador y no merece ningún comentario. La multinacional afirma descaradamente que su apoyo a la COP «está en consonancia con su objetivo, basado en la ciencia, de reducir sus emisiones en un 25% de aquí a 2030 para alcanzar el carbono cero en 2050». Para aclarar esta afirmación, podemos mencionar simplemente que entre 2019 y 2021, Coca-Cola aumentó su consumo de plásticos en un 8,1%, hasta 3,2 millones de toneladas…
Cuando se trata de hacer trampa, hay mucho para elegir. Podríamos hacer un inventario de todos los llamados acuerdos -en realidad meras declaraciones de intenciones- celebrados a bombo y platillo por grupos de países en la COP26: acuerdos sobre el metano, sobre la deforestación, sobre el cese de las inversiones en combustibles fósiles, sobre la defensa verde, etc. De todo esto, no queda nada, o no mucho. La desventaja de sacar tales conejos de la chistera es que el truco pierde rápidamente su credibilidad. Pero hay miles de actores climáticos privados que rebosan de ideas similares. Un ejemplo son los Objetivos Independientes Basados en la Ciencia.
Creado en 2015 por grandes asociaciones ecologistas capitalistas pro-verdes (como el Instituto Mundial de Recursos), el ISBT pretende que la ciencia certifique los planes de «red cero» de las empresas (para los que las autoridades públicas no han establecido normas ni regulaciones de ningún tipo). En realidad, los listos de ISBT se limitan a tomar al pie de la letra los datos sobre emisiones que les proporcionan las empresas que les pagan y a poner un bonito sello basado en la ciencia a sus planes de ‘red cero’. Como los datos en cuestión se utilizan como referencia para los planes netos cero, es posible el engaño más burdo. El Financial Times, que no es un periódico ecosocialista, cita el caso de una empresa de celulosa que estableció su línea de base informando de las emisiones de los incendios forestales en 139 ha. Un especialista en la observación por satélite de los incendios forestales demostró que en ese año más de 3.000 ha de las plantaciones de la empresa se convirtieron en humo… y en emisiones.
Por último, en cuanto a la represión, sólo podemos recordar que 60.000 presos de conciencia languidecen en las cárceles del general Sissi. El dictador ha decidido que ‘su’ COP tendrá lugar en orden. Esta semana, su policía detuvo a cerca de 70 personas que tenían «planes de manifestarse», según la Comisión Egipcia de Derechos y Libertades (ECRF). Se detuvo a personas por «difundir noticias falsas» tras compartir contenidos en Facebook que llamaban a protestar en torno a la cumbre. Según Al Jazeera, el activista medioambiental indio Ajit Rajagopal también fue detenido durante una marcha pacífica de El Cairo a Sharm el-Sheikh, etc.
Esta COP será otra cumbre del lavado verde, del capitalismo verde y del Estado policial. Es una ilusión total creer que podría tomar las decisiones radicales necesarias para limitar seriamente la catástrofe, por no hablar de detenerla con justicia social. En realidad, de CP a CP, la marcha hacia el abismo continúa, y este mecanismo infernal continuará mientras una convergencia de revueltas no haga temblar a los propietarios. Nos corresponde trabajar en esta perspectiva.
Daniel Tanuro / Ingeniero Agrónomo.