Gran Bretaña y su Monarquía: un saqueo infinito
Un día estuve en el Museo de Londres. Quizás sea ahí donde lo que Marx llamaba “trabajo muerto” se exhiba con toda naturalidad. Estatuas reducidas al fragor inútil de la contemplación turística (el saber absoluto británico que no puede ser el filósofo), pinturas de múltiples colores, armatostes variopintos, utensilios de diverso origen se reúnen mágicamente en un solo lugar. Como si el Museo de Londres fuera el planeta entero reunido bajo una sola lengua (el inglés), un poder (la monarquía) y un solo modo de producción (el capitalismo).
La triple formación imperial expresa el dominio total del mundo durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Dominio gestado desde la expoliación sistemática de lenguas, regímenes y diversos modos de producción. Tanto es así, que no solo se trató de la expoliación de estatuas hindúes, manuscritos islámicos o moaís rapa nuis; también, en una vitrina muy bien presentada se encuentra la piedra Rosetta. Con su negro brilloso, plagada de letras blancas de carácter trilingue, tal piedra fue encontrada por la expedición de Champolión al llegar a Egipto bajo el mando del pequeño emperador como fue Napoléon. Con ello, nació la “egiptología”. Pero los ingleses son feroces no solo con los “salvajes” a quienes expropiaron todo, sino también con sus vecinos “civilizados”, los franceses. La piedra Rossetta, arrancada por los franceses a la cultura egipcia yace, sin embargo, en el museo de Londres: expropiación de la expropiación.
Eso es Gran Bretaña y su monarquía: un saqueo infinito que no deja de precisar, multiplicar y refinar las prácticas de la piratería: ¿qué pueden ser los paraísos fiscales en la actualidad sino las islas tortuga de nuestro tiempo inaugurados, justamente, por la banca inglesa y su monarquía? Más de cuatro días con los criminales en pantalla, cuyas colonias no han dejado de estallar -insurrectas, muchas veces- hasta la actualidad: Palestina, Hong Kong, Malvinas, Yemen, por decir algunas. Más de cuatro días de adulación a los padres del capitalismo por todos los hijos del presente; más de cuatro días demasiado vergonzosos para seguir de luto. Más bien, resultaría digno llevar luto para recordar a todos los masacrados por el imperialismo británico.
Rodrigo Karmy / Doctor en Filosofía. Académico de la Universidad de Chile.