¿Eclipsa la sacralidad del Papa?
Nadie puede sorprenderse si el Papa Francisco, después de haber regresado de un viaje difícil y además agobiado por varios problemas de salud, vuelve a hablar de renuncia.
El papado contemporáneo, en efecto, prevé muchas misiones ‘en presencia’ e intervenciones continuas sobre los problemas del mundo para no dejarse marginar por el mar de noticias que los medios de comunicación están produciendo: una vida, por tanto, muy agotadora para un anciano con problemas de salud, que es Bergoglio, que necesitaría paz y descanso.
El problema de la renuncia al trono papal, actualizado por la de Benedicto XVI, surge precisamente de estos cambios en la figura del Papa que, para existir en el escenario mundial, debe hacer mucho. Ya no puede limitarse a ser un símbolo de la unidad de la Iglesia: debe abrirse paso en el mundo para no ser aplastada.
El Papa también está afectado por los efectos de otra evolución reciente, la que alargó mucho la duración de la vida, pero sin garantizar que la fuerza y la eficacia de los años de madurez correspondan a esta. La vejez, con su cansancio, sus dolencias y sus limitaciones, afecta también a los papas y pone en peligro su misión. Por lo tanto, Francisco tiene razón al hablar de renuncia, aunque a muchos no les guste. Por supuesto, la renuncia es a expensas del aura de sacralidad que rodea al ‘santo padre’, y su papel es cada vez más cercano al de los hombres que se sientan en las diversas posiciones superiores de poder en el mundo. El pontífice, habiendo perdido su aura, sería quizás como cualquier otro presidente.
Pero, ¿estamos seguros de que esto es malo para la Iglesia? Este eclipse de la sacralidad del Papa, ¿no significa de hecho dejar una mayor responsabilidad a toda la Iglesia, laicos y laicos incluidos, por supuesto? ¿No es esto quizás también una forma de lucha contra ese clericalismo que el Papa Francisco -y no sólo él- ha señalado como un obstáculo para cualquier mejora en la Iglesia?
Lucetta Scaraffia – La Nazione / Florencia