Diciembre 30, 2024

La felicidad es un pan que se come juntos

 La felicidad es un pan que se come juntos

El Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de los Abuelos y Adultos Mayores, que se celebra este domingo, dice: “¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos!”.

Esto es porque en la Iglesia Católica recordamos de modo especial a los abuelos el último domingo de julio, con ocasión de la fiesta de los santos Joaquín y Ana, quienes fueron -según las antiguas tradiciones cristianas- los padres de María y, por tanto, fueron los abuelos del Señor Jesús. El Dios hecho hombre es tan humano que, por supuesto, tiene abuelos.

Es maravilloso observar el lugar de los abuelos en la mayoría de las familias, la sabiduría que comunican y el cariño recíproco con sus nietos. Penosamente, a veces las cosas no son así y, a propósito de esas lamentables excepciones, el Papa Francisco recordó en una homilía, hace algunos años, que “cuando éramos niños nos contaban esta historia. Había una familia, un papá, una mamá y muchos niños. Y también vivía con ellos un abuelo que había envejecido, y en la mesa cuando tomaba la sopa, se ensuciaba todo: la boca, la servilleta, el mantel… no daba una buena imagen. Un día el papá, viendo lo que pasaba con el abuelo, dijo que desde el día siguiente tendría que comer solo. Y compró una mesita, la puso en la cocina; así el abuelo comía solo en la cocina y la familia en el comedor. Un día el papá llegó a casa y encontró a uno de sus hijos jugando con unas maderas. Le preguntó: ‘¿Qué haces?’. ‘Juego a ser carpintero’, dijo el niño. ‘¿Y qué construyes?’. ‘Una mesita para ti papá, para cuando seas anciano como el abuelo’”. Y concluye Francisco, “esta historia me hizo mucho bien para toda la vida. Los abuelos son un tesoro”.

La mayoría de los nietos ven en sus abuelos y abuelas a amigos confiables, divertidos y cariñosos. A los abuelos les gusta estar con sus nietos y disfrutan esos momentos que los renuevan y actualizan, gozando de la familia alargada en nuevas generaciones. También, con los abuelos es posible hacer cosas entretenidas y distintas, pues tienen más tiempo que los padres o saben darle tiempo a lo que es importante. En muchos casos, el abuelo o la abuela son guías llenos de sabiduría para sus nietos, y en los casos de mamás solas, el abuelo es frecuentemente la necesaria figura masculina y paternal para sus nietos.

Los abuelos ya educaron a sus hijos lo mejor que pudieron, fueron padres inexpertos -como todos- y han podido mirar su propia vivencia como padres, tomando conciencia de los errores cometidos y saben que podrían haber sido mejores papá o mamá. Tienen una gran y humilde experiencia que transmitir a todos los miembros de la familia.

Así, generalmente, ¡los abuelos son una maravilla! Los abuelos están para dar cariño, para transmitir sabiduría (casi todos hemos dicho más de una vez “mi abuelita me decía que…”, o “recuerdo que mi abuelo me dijo…”); también para dar -a veces- una mano en la crianza, y pasar buenos ratos con sus nietos, momentos que para éstos serán inolvidables. Los abuelos y abuelas suelen hacer hermosos encuentros familiares, y se convierten en una imagen de paz, de diálogo, conciliación y estabilidad en la familia. Los nietos gustan de las historias que cuentan los abuelos, en especial las historias de las generaciones pasadas y que mantienen viva la memoria familiar. Como dice el Papa Francisco: “Muchas veces son los abuelos quienes aseguran la transmisión de los grandes valores a sus nietos, y muchas personas pueden reconocer que deben a sus abuelos la iniciación a la vida cristiana. Sus palabras, sus caricias o su sola presencia, ayudan a los niños a reconocer que la historia no comienza con ellos, que son herederos de un viejo camino y que es necesario respetar el trasfondo que nos antecede”. El Salmo 92 dice que “en la vejez seguirá dando frutos”, y esto va en el sentido contrario de lo que a menudo se piensa, pues a muchos la ancianidad les da miedo: “A pesar de que llega después de un largo camino, nadie nos ha preparado para afrontarla, y casi parece que nos tomara por sorpresa -dice el Papa Francisco-. Las sociedades más desarrolladas invierten mucho en esta edad de la vida, pero no ayudan a interpretarla; ofrecen planes de asistencia, pero no proyectos de existencia.  Estamos tentados de exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes; por otra parte, parece que no nos quedaría más que vivir sin ilusión, resignados a no tener ya frutos para dar”.

Sin embargo, sigue diciendo Francisco, los abuelos y adultos mayores están llamados a ser protagonistas de una gran revolución pacífica y espiritual, “la revolución de la ternura”, pues han madurado en una sabia y humilde conciencia de que “no nos salvamos solos, y la felicidad es un pan que se come juntos”. Este domingo, junto con dar gracias a Dios por nuestros abuelos, salúdelos de un modo especial, y que se note.

Marcos Buvinic / La Prensa Austral

Editor