+Desmond Tutu; Profeta de la Paz
El arzobispo emérito de El Cabo Desmond Tutu falleció este domingo en el Hospital de Johannesburgo en el que permanecía ingresado desde hace un mes y donde estaba siendo tratado contra una infección.
El óbito fue anunciado por el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, que elogió las cualidades de quien ha sido descrito como la conciencia del país. «Era un líder espiritual icónico, activista contra el apartheid y activista mundial de los derechos humanos», aseguró durante su alocución, retransmitida por los medios locales de comunicación. «Era un ser humano extraordinario Un pensador. Un líder. Un pastor», añadió. El clérigo pertenece a una generación de individuos sobresalientes que impulsaron la instauración de un régimen democrático en la potencia austral.
La pérdida del sacerdote anglicano no es solo un revés para la escena social del país africano. El hombre que condenó el segregacionismo se había convertido en las últimas décadas en una referencia mundial en la lucha a favor de los derechos humanos. Su espíritu progresista se manifestaba en demandas públicas en pro de los derechos de los gays. el Estado palestino o el combate contra la corrupción política. Ese interés por la política internacional se plasmó también en sus llamamientos en 2014 a la colaboración entre el Gobierno español y ETA para crear «un clima de confianza que propicie el diálogo» y la solicitud de la excarcelación del político de la izquierda abertzale Arnaldo Otegi.
La muerte de Tutu tiene lugar seis semanas después de la desaparición del expresidente Frederik de Klerk, el hombre que pactó con Nelson Mandela el proceso democrático. A ese respecto, Ramaphosa señaló que el deceso supone «otro capítulo de duelo en la despedida de nuestra nación a una generación de sudafricanos destacados». Pero nadie puede decir que fuera fácil la convivencia entre la elite dirigente, independientemente de su color de piel, y aquella figura menuda de tan solo 1,68 de altura, sonriente, afable y sempiternamente vestida con una sotana de color púrpura. Su independencia y ánimo crítico han constituido una denuncia continua del abuso.
Frustrado médico
El rigor ético ha sido la seña de identidad predominante de aquel frustrado estudiante de Medicina. Desmond Mpilo Tutu, nacido en 1931, era hijo del director de una escuela misionera y, ante la imposibilidad económica de convertirse en doctor, optó por cursar estudios de Magisterio y, posteriormente, de Teología en su país y Gran Bretaña. La dirección del Seminario Teológico de la Universidad de Fort Hare, donde también estudiaron Mandela, Oliver Tambo y otros adalides del movimiento ‘antiapartheid’, incentivó su conversión en un portavoz de los marginados y de la oposición a un régimen despótico.
Su ordenación como obispo de la Iglesia Anglicana en 1975 y la elección como dirigente del Consejo Sudafricano de Iglesias le proporcionaron una formidable catapulta contra el poder. Era el primer individuo negro que accedía a un cargo que aunaba a representantes de todas las etnias y se valió de esa condición para denostar a un régimen que tachaba de nazi y para el que llegó a solicitar el boicot económico y la desobediencia cívica. En 1984 obtuvo el Premio Nobel y su prestigio superó las fronteras nacionales, un fenómeno similar al del prisionero Mandela.
Quienes creían que su voz se apagaría o se volvería complaciente con una república presuntamente democrática, estaban muy equivocados. Tutu, que había acuñado el término ‘nación del Arco Iris’ para definir a su tierra, se mostró pronto decepcionado con el Congreso Nacional Africano (ANC), el partido gobernante, por su incapacidad para enfrentarse a la codicia de sus dirigentes y asumir el reto de la integración social.
Gerardo Elorriaga / El Diario Vasco