Cánticos pandémicos entre velas, coronas y pesebres
La temporada del Adviento y de la Navidad, nos colocan en la perspectiva del año que finaliza y del año que esperamos comenzar.
El año que vamos concluyendo y, que sin dudas, ha sido profundamente desafiante, extenuante, crítico, emocionalmente variable, también ha sido esperanzador, creativo y originario. Quisiera compartir algunas ideas, más bien algo así como un “tejido de ideas” para vivir el Adviento. Es un tejido en cuanto no tiene una forma totalmente definida, un tejido que está haciéndose, desarmándose, anudándose y creándose. Navidad tiene todo aquello de la “natalidad” de Hannah Arendt, es decir, de la creación de un nuevo proyecto, de pensar el origen de un nuevo modo de vivir. Adviento, literalmente el que viene (Adventus), y Navidad, son la esperanza en Aquél-Dios recién nacido que viene a nacer en medio de nuestras velas de Adviento, de nuestras coronas verdes, de nuestros pesebres.
Los lectores podrán encontrar cuatro cánticos, pensados, quizás, para leerlos y meditarlos para cada una de las velas de la corona de este tiempo de Adviento. Cada uno de los cánticos está animado e iluminado por algunas historias ficticias, narrativas, imágenes e ideas que podríamos pensar como una luz que nos ayude dar vida, esperanza, sueños, alternativas y utopías en medio de este tiempo pandémico. La dupla Adviento-Navidad representa esa resistencia a los fatalismos, a los determinismos, a la falta de utopías. Siempre hay algo que podemos hacer.
Que los cánticos entre velas, coronas y pesebres nos animen también a cantar nuestros propios cánticos llenos de canciones. Por ello se ubica también un apartado titulado: “Pistas para mi/nuestro propio cántico”. La idea es que puedas leer las preguntas, las reflexiones y pensar cómo se va armando ese cántico, plegaria y acción de gracias por el año que va terminando.
PRIMER CÁNTICO: LOS FÓSFOROS PARA LAS VELAS
“¿Cómo pasó tan rápido el tiempo?”, se preguntó mirando con atención el calendario de la cocina. En ese contador de días, semanas y meses, las marcas de las grasas y aceites de las comidas estaban ya tan adheridas que parecían ser parte del mismo calendario. De las doce hojas, sólo quedaban dos. “Bueno – pensó – así está la cosa”. Luego, buscó en el cajón de uno de los pequeños muebles que se adosaban a una de las murallas de la cocina la caja de fósforos. Fue a la mesa, colocó su taza de té, tomó su Biblia y buscó el pasaje en el que se lee: “El pueblo que andaba en tinieblas Ha visto gran luz; A los que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz ha resplandecido sobre ellos” (Isaías 9,2). Tomó uno de los fósforos, hizo la cotidiana fricción sobre uno de los lados de la caja y encendió la primera vela. Cuando la vela comenzaba a formar juguetonas formas sobre la tenue luz de la habitó, se escuchó como un susurro, como una plegaria: “mañana espero encontrar trabajo”.
Pistas para mi/nuestro propio cántico:
1. El corazón humano se mueve por deseos y anhelos: ¿cuál es mi deseo al finalizar este año? ¿qué deseamos?
2. La pandemia ha causado falta de trabajo, de dinero, de contacto presencial. ¿Qué deseamos en esta temporada de Adviento y Navidad
3. Isaías profetizó que sobre el país de las tinieblas brilló una nueva luz: ¿qué significa que la luz brille en medio de nosotros?
4. Dios como Luz, el Cristo como la Luz que brilló en medio de las tinieblas.
5. ¿Cuáles son las velas que quisiera encender para que den luz a otros?
“La espera genera temperaturas. Esperamos con el corazón tiritando, o ardiendo de deseo. Porque la espera es algo imaginario y concreto a la vez: una visión de algo potencialmente real que se oculta” (Andrea Köhler)
SEGUNDO CÁNTICO: EL REY MAGO QUE FALTÓ EN EL PESEBRE
“¿Alguien ha visto el otro rey mago?”, preguntó la mamá a los niños que le ayudaban a armar el pesebre. Era una tradición que el primer espacio que se preparaba era la escena del nacimiento. Todos volvieron a buscar en las cajas, pero solo encontraron unas hojas de periódico en los que se podía distinguir la fecha: Diciembre 2019, otra costumbre tradicional: guardar las cosas de la Navidad en aquellas hojas llenas de palabras, imágenes y noticias. “Quizás dónde habrá quedado la figurita”, dijo uno de los niños. “¿Qué podemos hacer?”, preguntó curiosa la hermanita. El silencio, ese silencio de búsqueda de respuestas, comenzó a llenar el espacio. Y, como de repente, una idea surgió en el corazón de la mamá: “ya sé lo que vamos a hacer. Cada uno de nosotros seremos ese rey mago que falta. Y cada uno llevaremos un regalo al pesebre de Jesús”. Una sonrisa mágica, navideña, llena de ternura y cordialidad, surgió en el rostro de cada uno de los que estaban en el comedor.
Pistas para mí/nuestro propio cántico:
1. La tradición siempre ha pensado que los reyes magos eran de distintas edades y de diversas procedencias. ¿Estamos asumiendo las diversidades que componen nuestros mosaicos humanos, sociales, naturales?
2. Nosotros podemos ser el rey mago que falta: ¿qué pondremos en el pesebre de Jesús? ¿qué regalaremos?
3. Lo femenino del ser humano y de Dios: la creatividad, la vida, lo sutil. ¿Estamos aprendiendo a integrar lo masculino y lo femenino de toda vida?
“Es muy importante en este tiempo: proteger la fe. Tenemos que ir más allá, más allá de la oscuridad, más allá de la atracción de las sirenas, más allá de la mundanidad, más allá de tantas modernidades que existen hoy, ir hacia Belén, allí donde en la sencillez de una casa de la periferia, entre una mamá y un papá llenos de amor y de fe, resplandece el Sol que nace de lo alto, el Rey del universo. A ejemplo de los Magos, con nuestras pequeñas luces busquemos la Luz y protejamos la fe” (Papa Francisco)
TERCER CÁNTICO: LA ÚLTIMA SESIÓN DE CLASES POR ZOOM
“Espero que se esté escuchando y viendo bien”. Esa era la aprendida fórmula para iniciar las clases por zoom. El año se sentía, y el peso de horas de computador – más de las acostumbradas – se percibían con una inusitada fuerza. Frente a ella el computador, el micrófono, los últimos cuadernos de anotaciones. “Queridos niños, buenos días. Que alegría encontrarme con ustedes en esta última clase del año”. El cuerpo y el corazón, mezclados entre cansancio y tranquilidad por el bien cumplido, iba despidiéndose de ese grupo de niños que, aunque a la distancia, los recordaba perfectamente. El zoom se había transformado en el salón de clases, el teclado y la pantalla fueron los testigos de las mañanas, tardes y noches de trabajo silencioso, entre la cocina, el café, las galletas, el zoom, el almuerzo, el zoom de nuevo, la cena, y un último correo que enviar. “Quién lo iba a pensar” – reflexionó – “tuvimos que aprender de nuevo a ser maestros”.
Pistas para mí/nuestro propio cántico:
- Mis cansancios, mis horas de trabajo online. ¿Qué extraño de la presencialidad? ¿pude acostumbrarme a las nuevas formas de trabajo?
- El Espíritu de Dios es nuestro “maestro interior”, dice San Agustín. El Adviento y la Navidad es un tiempo propicio para repensar nuestra espiritualidad y pensar cómo el Espíritu es que el suscita la vida en medio nuestro. Por ello, María es visitada por el Espíritu (Cf. Lucas 1,35)
- Cristo es Maestro. El que no sabe hablar, como todo recién nacido, nos habló con palabras que nos permiten salir del egoísmo para poner nuestra atención en aquellos que necesitan nuestra ayuda.
- El “zoom espiritual”. El zoom tiene la facultad de acercarnos. ¿A quién debo acercarme más en este tiempo de Adviento y Navidad? ¿Será acaso un reencuentro conmigo mismo?
“Sin educación, los niños no pueden encarar los desafíos con los que se encontraran. Por lo que es muy importante darle a los niños educación y explicarles que deberían jugar un rol en su país” (Nelson Mandela)
CUARTO CÁNTICO: EL LIBRO PENDIENTE
“Tenía la costumbre de leer cada noche antes de dormir. Creía que era una buena forma de conciliar ese sueño que, a veces, no llegaba como querría. Esa noche pudo llegar temprano a su casa luego de un turno de trabajo muy ajetreado. El ritual de cada día hace un año: quitarse todo lo que había tenido contacto con la calle, el baño, la limpieza, ropa nueva, algo de comer. Se sentó en el sillón que miraba a hacia una de las calles que conformaban el perímetro de su hogar. La noche estaba comenzando a caer sobre la ciudad. “Fue un largo día”, reconoció tomando el celular para mirar las notificaciones de sus redes sociales. Encontró un mensaje de un amigo que trabajaba cerca suyo: “Hoy nos fue mal. Murieron dos personas. Espero que tú hayas estado mejor. Abrazos, Pedro”. Él, por lo menos, no había tenido que ver partir a nadie. Pensaba que lo más doloroso era avisarles a las familias. “Es una muerte muy solitaria”, musitó. Fue a la cocina, preparó café y se sentó en el sillón. “Creo que esta noche leeré. Tengo un libro pendiente”. Se disponía a comenzar la lectura cuando sonó su WhatsApp. Era la hija de la señora que días antes había salido del hospital recuperada. “Gracias Doctor. Mi mamá está mucho mejor. Dios los bendiga a usted y a todo el equipo”.
Pistas para mi/nuestro propio cántico:
1. El personal médico ha dado una lucha permanente hasta el punto de dar su vida para otros. El Adviento y la Navidad tienen que ver con dar la vida. María, José, los pastores, los animales, los magos del Oriente. Todos dan vida al que es la Vida. ¡Elevemos una acción de gracias por todos ellos y ellas!
2. Mis libros pendientes: pueden ser también mis brindis pendientes. ¿Con quién tengo ese brindis pendiente? ¿cuáles son mis pendientes?
“Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia – como lo había prometido a nuestros padres – en favor de Abrahán y su descendencia por siempre” (María de Nazaret).
¡Feliz camino de Adviento!
Juan Pablo Espinosa Arce
Teólogo y educador