Carta abierta al Obispo Juan Ignacio González
Sr. Juan Ignacio González.
Obispo de San Bernardo y Administrador Apostólico de Rancagua.
Con el paso del tiempo, he tratado de ir con confianza y siempre en verdad, dialogando con este Jesús que me habita, y que con profunda humildad me espera, mis tiempos y mis procesos.
Todo este caminar, lo he logrado a través de etapas, que se iniciaron tempranamente en mi vida, donde fui atravesando ciclos, y donde esta fe, ha crecido en mi interior, de la mano de tantos pastores que no quisiera omitir, como lo son Don Raúl Silva Henríquez, Don Enrique Alvear, Padre Jorge Cánepa Ossa, de la Santa Cruz, Padre Percival Cowley de sscc, y nuestro inolvidable Padre José Aldunate sj. Todos hombres de valía y de integridad incuestionable.
Tempranamente, me hizo profundamente feliz mi cercanía con él, con nuestro Señor. Una cercanía amorosa que me acompaño en alegría y dolor, duelo y esperanza, y me fue mostrando parte de su vida, tal como yo caminaba junto a él.
En nuestros momentos de encuentro, mi cercanía crecía.
Hoy, pasados ya muchos años, siento que su presencia en verdad me inunda en un amor que sin medida recibo, y trato de regalar, principalmente a mis cercanos, y a los más pequeños y olvidados de la sociedad.
En este tiempo doloroso, tiempo de pandemia, he intentado además de rezar por el dolor de tantos hermanos nuestros que teniendo nada, han perdido la esperanza, pudieron ser albergados y acogidos en congregaciones religiosas que no han parado de cobijarlos, como tampoco, los hermanos que desde sus lugares de trabajo, en el área de la salud, han visto sus turnos alargarse y continuar en favor de aquellas vidas que pueden y han podido salvar.
Pero hoy, esta reflexión sincera me lleva a tomar un puente que no quisiera en verdad atravesar por lo que saldrá de mi corazón.
He comprendido que mi fidelidad, es no callar en la gracia recibida y que debo si manifestar, cuando se me da la oportunidad.
“Los sacerdotes son el corazón de la Diócesis”, me parece errado al expresarse, tal vez, confuso de su parte. El corazón de la diócesis es el laicado que motivado por el mensaje evangélico, recibe la gracia de crecer, y salir de ese pequeño lugar en que nos ubicamos para ir al encuentro de los más necesitados, de nuestros hermanos. El movimiento lo generamos nosotros, como deber y como don. La inmovilidad ante la cruz no es lo que se nos pide, sino ir más allá, lo más lejos que podamos, porque nuestra sola presencia será el dar la buena noticia, esa del resucitado que viene en camino.
…”agradecimiento hacia el clero que se sacrifican y se niegan a ellos mismos para atender a sus hermanos”… es lo mismo que puede realizar un laico/a comprometido/a, estremecido por los hermanos que urgen de ayuda, y a los que nunca se les deja en compás de espera. Es lo que puede hacer una dueña de casa, un estudiante, un hombre ateo de buen corazón.
El sacrificio al que Ud alude, es la motivación que conmina al religioso a actuar como tal, así lo imagino, finalmente al cumplimiento de los votos con que ha consagrado su vida sacerdotal.
Y por último, me llama la atención que usted exprese……”porque uno de los deberes más importantes del pastor son sus hermanos sacerdotes, porque ellos son el corazón mismo de la vida de la diócesis”. Siento que los deberes más importantes del Pastor, son estar, mangas arriba si es necesario, trabajando junto con los hermanos, para escuchar, recibir, y dar de comer al hambriento, vestir al que estaba desnudo, visitar con urgencia al privado de libertad, escuchar y ayudar a la madre desesperada, y por estos días, escuchar a un esposo joven y dar albergue a una chiquilla pequeña, que dará pronto a luz…quien dice que sea María, la del Magníficat. Pudiese que no la hubiésemos visto al mirarla.
Hoy 8 de noviembre, ella y sólo ella es el corazón no solo de la diócesis, sino de la iglesia entera.
Ella en las próximas semanas dará a luz al rey de reyes, al mismo que 33 años después crucificaremos, porque carecemos de humildad, de amor, de ese amor que desde las entrañas, es capaz de arremeter contra todo.
Seamos claros, viviremos navidad sí, y sólo sí, esta pandemia nos permite descubrir, que esta es una época histórica diferente, que el mayor regalo es la vida, y lo que más podemos dar es a nosotros mismos.
No olvidemos que día a día carecemos de la confianza de nuestros hermanos…será por cómo somos en verdad.
No olvidemos, tal vez “Fratelli tutti” nos ayude a juntar fuerzas con el mundo religioso. Nos permita, ya que siendo todos hermanos, olvidemos el dañino clericalismo que tanto nos invita Papa Francisco a sacar de cada iglesia local, para engrandecer esta iglesia que no es suya, no es mía, no es de Roma, es de los hombres y como centro tiene a Cristo, que con dolor humano, fue asesinado en la cruz.
Raquel Sepúlveda Silva
Nota: las declaraciones tienen como fuente el Diario “El Rancagüino”