Diciembre 22, 2024

¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está tu hermana?

 ¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está tu hermana?

Podemos identificar dos ejes a lo largo del pontificado de Francisco.

El primero, eclesiológico, que está conformado por Evangelii gaudium (2013), su discurso durante la Conmemoración de los 50 años de la institución del Sínodo de los Obispos (2015) y la Constitución Apostólica Episcopalis Communio (2018). El segundo eje, social, está conformado por Laudato Sì (2015), el Documento sobre la Fraternidad Humana, por la paz mundial y la convivencia común (2019), y la nueva Encíclica Fratelli Tutti, sobre la fraternidad y la amistad social (2020). Si el primer eje nos invitó a pensar en la reforma de la Iglesia a la luz de las conversiones pastoral y la sinodal, en este segundo se nos llama a una conversión integral de la Iglesia como Pueblo de Dios en medio de los muchos pueblos y sus culturas, en sintonía con Gaudium et spes y Evangelii nuntiandi.

La nueva Encíclica Fratelli Tutti presenta una clave de lectura que permite recoger todo el magisterio de Francisco. Se trata del llamado a construir la fraternidad humana. Como explica Francisco, “las cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social han estado siempre entre mis preocupaciones. Durante los últimos años me he referido a ellas reiteradas veces y en diversos lugares. Quise recoger en esta encíclica muchas de esas intervenciones situándolas en un contexto más amplio de reflexión” (Fratelli Tutti 5), porque “que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros” (Evangelii gaudium 179).

Al inicio de su pontificado, en su primera Bendición Urbi et Orbi, el 13 de marzo 2013, el Papa se refirió a la fraternidad en los siguientes términos: “ahora comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad”. Las relaciones fraternas han de inspirar el modelo de una Iglesia Pueblo de Dios en el que todos somos fieles por igual: Papa, Obispos, Clero, Religiosos/as, Laicado. Este es el signo más auténtico de una Iglesia en salida a la que nos invitó Evangelii Gaudium (EG 179), porque implica una “salida de sí hacia el hermano”.

Francisco retoma hoy, en Fratelli Tutti (FT 1), este llamado para presentarlo como un horizonte y un modo como la Iglesia debe vivir su misión en el mundo, en el marco de “una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá́ de la cercanía física, más allá́ del lugar del universo donde haya nacido o donde habite” (FT 1). Es un concepto que resuena en el pensamiento de Karl Rahner SJ cuando escribió, en 1981, su libro Amor a Jesús, amor al hermano, y habló de esta noción de fraternidad abierta. Este debe ser el modo propio de una comunidad cristiana que, inserta en el mundo, está llamada a ser signo de un amor universal que la haga salir de sus propios miembros y creencias, para abrazar al otro(a), a todas las alteridades de este mundo. Así, la vocación cristiana está llamada siempre a construir vínculos sociales, porque “el amor que se extiende más allá de las fronteras tiene en su base lo que llamamos amistad social en cada ciudad o en cada país” (FT 99).

A la luz de este concepto se busca un cristianismo que supere el asistencialismo y la filantropía, pero que también vaya más allá de la mera solidaridad, porque, como explicó en su mensaje a Margaret Archer, Presidenta de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, en el 2017, “mientras que la solidaridad es el principio de la planificación social que permite a los desiguales llegar a ser iguales, la fraternidad permite a los iguales ser personas diversas. La fraternidad permite a las personas que son iguales en su esencia, dignidad, libertad y en sus derechos fundamentales, participar de formas diferentes en el bien común de acuerdo con su capacidad, su plan de vida, su vocación, su trabajo o su carisma de servicio (…). De hecho, el protocolo por el cual seremos juzgados será el de la hermandad: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25,40)”.

Ante el panorama mundial que describe la Encíclica en su capítulo 1, Francisco no pretende dar soluciones mágicas, sino poner una cuestión abierta, que cada quien debe discernir y responder: “«La voz de Dios, no sólo a cada uno de nosotros, sino a toda la humanidad, pregunta; “¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está tu hermana?». Y nuestra respuesta es: «Yo sé dónde están los que son bombardeados allá, que son expulsados de allí, pero estos no son hermanos, he destruido el vínculo»” (Francisco, Misa matutina en la capilla de la Domus Sanctae Marthae sobre la historia de Caín y Abel, 13 de febrero de 2017).  Cabe, pues, rescatar el valor de lo humano y de cada ser humano concreto, “percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia” (FT 106).

Rafael Luciani

Miembro Experto del CELAM y del Equipo Teológico Asesor de la Presidencia de la CLAR

Fratelli tutti”, he aquí la encíclica social del Papa Francisco - Vatican News

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