El clamor de un país
El Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) estableció en el 2019, mediante la resolución 42/25, una Misión Internacional Independiente para investigar las denuncias sobre violaciones de derechos humanos en Venezuela.
El informe final fue presentado el 16 de septiembre de 2020 determinando que hay evidencias suficientes de violaciones de derechos humanos que constituyen “crímenes de lesa humanidad“, auspiciados por una política de estado intencionada y sistemática que ha sido planificada y ejecutada por altos funcionarios del gobierno. Como concluye el informe, “la Misión constató que las autoridades estatales de alto nivel tenían y ejercían el poder con la supervisión de las fuerzas de seguridad y los organismos de inteligencia identificados en el informe como responsables de esas violaciones. El Presidente Maduro y los ministros del Interior y de Defensa tenían conocimiento de los crímenes. Dieron órdenes, coordinaron actividades y suministraron recursos en apoyo de los planes y políticas en virtud de los cuales se cometieron los crímenes”[1].
Muchas personas, dentro y fuera del país, se preguntan ¿qué ha sucedido para llegar a este momento? ¿hasta dónde algunos(as) han sido capaces de hacer el mal afectando la vida de toda una sociedad? ¿es tal la indolencia que se ha perdido la capacidad de asombro y escándalo? ¿tendremos que resignarnos a vivir como crucificados? ¿será posible reconstruir a Venezuela, con «nuevos cielos y nueva tierra» (Is 65,17), donde no exista la tortura ni el aniquilamiento sistemático del otro por parte del Estado?
Max Picard, en su obra Hitler in uns selbst (Hitler en nosotros mismos), publicada en 1947, al tratar de explicar el porqué del auge del nacionalsocialismo en medio de una sociedad supuestamente cristiana usó un término muy interesante: Zusammenhangslosigkeit, que se puede traducir como una pérdida de la capacidad de vincularnos con los acontecimientos irracionales que van sucediendo en la sociedad, fruto de un proceso de ideologización de la realidad que hace del otro/a alguien meramente instrumental. Algo así como una pérdida de toda capacidad de asombro frente a lo absurdo de las situaciones que van sucediendo en nuestro entorno, llegando a percibirlas como normales. Se van instalando, lentamente, procesos interiores de deshumanización inducidos y planificados políticamente con la complicidad o el silencio de muchas personas, instituciones y países.
El totalitarismo del Socialismo del Siglo XXI
Para comprender el origen de lo que hoy ha sido revelado a toda la comunidad internacional debemos remontarnos primero a Hugo Chávez. La expresión Socialismo del siglo XXI, la comenzó a usar a partir del año 2005, no existía en la Constitución de 1999. Para legitimar este modelo, convocó a un referéndum en el 2007 con el fin de reformar la Constitución, pero lo perdió. Es aquí donde se produce un importante punto de quiebre porque al no contar con el aval del pueblo comenzó a implementar la reforma socialista cubana a través de decretos presidenciales, de forma inconsulta y unidireccional. Chávez no aceptaba deliberaciones ni disidencias. Su modelo, ejército-caudillo-pueblo, se sostuvo gracias a la inmensa riqueza del petróleo, lo que le permitió la implementación de las llamadas “misiones” que beneficiaron a los sectores populares, pero no los transformó en verdaderos sujetos libres del proceso de cambios sociales que se necesitaba. Tres aspectos ayudan a comprender por qué no lo hizo. Primero, impuso un pensamiento único y excluyente. Segundo, practicó la ideología militar que sólo acepta relaciones de lealtad absoluta. Tercero, adoptó el modelo político revolucionario con apoyo y asesoría directa del gobierno cubano.
Todo esto lo hizo sobre la base de un modelo económico rentista centrado en la voluntad del Presidente, para quien la lealtad era más importante que la eficiencia. Una de sus decisiones más letales, cuyas consecuencias las padecemos hoy en todo el país, fue el haber despedido a más de 20.000 profesionales de la Industria petrolera venezolana que habían hecho que PDVSA (Petróleos de Venezuela S.A.) estuviese considerada entre las 3 primeras petroleras del mundo. De este modo, Chávez emprendía la ideologización de esta empresa estratégica con el fin de sostener y exportar su proyecto socialista haciendo uso directo de los miles de millones de dólares que ingresaban anualmente al país por la producción petrolera. El entonces presidente de PDVSA y ministro de Energía y Minas, Rafael Ramírez, dijo en un discurso en el 2006 que la empresa estatal pasaba a ser “roja, rojita”. Sólo cabrían allí los revolucionarios fieles al comandante (Cf. Rafael Luciani, “Socialismo del Siglo XXI e Iglesia en Venezuela”, Revista Razón y Fe, Junio 2007).
Hoy en día padecemos las consecuencias de un gobierno socialista que ya no se sostiene con el ingreso petrolero ni el carisma del autócrata, sino con el control férreo del poder a través del uso criminal de los cuerpos de seguridad con el fin de implementar una política sistemática de represión y aniquilamiento de toda disidencia. Como bien determinó el informe de las Naciones Unidas, “la práctica sistemática de la tortura y los tratos crueles a las personas detenidas en las protestas, no han sido por elementos deshonestos, sino como parte de una política clara”, que da “lugar a detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales” para proceder a la “eliminación de miembros no deseados de la sociedad”.
Crímenes de lesa humanidad
Parece que regresan a América Latina las atrocidades cometidas por los gobiernos militares de derecha de los años 60 y 70. Sólo que hoy las realiza un régimen que se proclama de izquierda, avalado por importantes referentes internacionales como son el Foro de Sao Paolo y el Grupo de Puebla, cuyo silencio a esta altura es escandaloso. Tanto Zeid Ra’ad Al Hussein en 2018, como Michelle Bachelet en 2019, actuando en calidad de Altos Comisionados de la ONU para los Derechos Humanos, habían levantado, respectivamente, sendos informes sobre la violación de los Derechos Humanos en Venezuela. Ya el informe de Bachelet publicado en el 2019 “documentó casos de ejecuciones extrajudiciales perpetradas por fuerzas de seguridad llevadas a cabo en vecindarios pobres”[2]. Por ello, luego de la visita de la Alta Comisionada Michelle Bachelet a Venezuela, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU estableció una Misión Internacional Independiente con el fin de investigar, específicamente, cuatro hechos denunciados por las víctimas: las detenciones arbitrarias, las torturas y tratos crueles, las desapariciones forzadas y las ejecuciones extrajudiciales. La Misión determinó la existencia de “crímenes de lesa humanidad” que abren las puertas de la Corte Penal Internacional a los responsables.
En el informe sobresalen dos tipos de torturas: la llamada “crucifixión”, que consiste en colocar los brazos extendidos y esposados a tubos o rejas; y “el pulpo”, colocando un cinturón de metal con cadenas para inmovilizar las muñecas y los tobillos. Este infierno ha sido registrado por las Organizaciones de Derechos Humanos desde el gobierno de Chávez hasta el presente. A estas valientes organizaciones en favor de las víctimas, les debemos el que hoy salga esta verdad a la luz pública. Muchos activistas han sido encarcelados, torturados e incluso ejecutados por haber hecho este tipo de denuncias que hoy reconoce la ONU.
Los testimonios de las víctimas que han podido sobrevivir permitieron determinar que, entre los muchos actos de tortura cometidos están la “asfixia con bolsas de plástico, sustancias químicas o un balde de agua. Golpes, a veces con un palo u otro objeto contundente. Descargas eléctricas en los genitales u otras partes del cuerpo“. Como si fuera poco, también se registraron casos de “amenazas de muerte o amenazas de violación sexual contra la victima y/o sus familiares. Tortura psicológica, incluyendo privación sensorial, iluminación constante y frío extremo. Desnudez forzada, incluso en habitaciones mantenidas a temperaturas extremadamente bajas. Cortes y mutilación. Uso de drogas para inducir la confesión”[3].
¿Qué he hecho? ¿qué hago? ¿qué debo hacer?
Los horrores que vivimos los venezolanos traen a la memoria las palabras del obispo Pedro Casaldáliga, poeta y teólogo de la liberación recientemente fallecido, quien decía que hoy el problema no es hablar de Dios después de Auschwitz, sino “dentro de Auschwitz” (Cf. Todavía estas palabras, 1989). Hoy podemos decir que “dentro de Venezuela” existe todo un “pueblo crucificado”, fruto de un proceso lento de represión y muerte selectiva causado por un sistema político totalitario que, desde sus inicios, se inspiró en una política permanente de exclusión y aniquilamiento de cualquier disidencia, y que ahora es ejecutada por todo un aparato de seguridad capaz de convertir a una sociedad en víctima con el sólo afán de permanecer en el poder.
Son oportunas las palabras de Ignacio Ellacuría SJ, que también fue perseguido y asesinado en 1989 por una dictadura militar en El Salvador, cuando dijo en una conferencia sobre los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola: “lo único que quisiera son dos cosas: que pusieran ustedes sus ojos y su corazón en esos pueblos, que están sufriendo tanto -nos de miseria y hambre, otros de opresión y represión-y después (ya que soy jesuita) que ante ese pueblo así crucificado hicieran el coloquio de san Ignacio en la primera semana de los Ejercicios, preguntándose: ¿qué he hecho yo para crucificarlo? ¿qué hago para que lo descrucifiquen? ¿qué debo hacer para que ese pueblo resucite?” (Ignacio Ellacuría, “Las iglesias latinoamericanas interpelan a la Iglesia de España”, en Escritos teológicos II). Estas tres preguntas pueden ayudarnos a ser honestos con la realidad y comenzar un proceso de conversión a las víctimas de estos últimos 20 años del régimen político chavista. Como recomienda el propio informe, esto llevará a “que, en el examen de los casos, la Fiscalía de la Corte Penal Internacional tenga en cuenta las necesidades de las víctimas de que se haga justicia oportunamente”.
1] https://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=26247&LangID=S.
[2] https://www.ohchr.org/Documents/HRBodies/HRCouncil/FFMV/A_HRC_45_33_UnofficialSpanishVersion.pdf.
[3] https://www.ohchr.org/SP/HRBodies/HRC/Pages/NewsDetail.aspx?NewsID=26247&LangID=S.
Rafael Luciani / Teólogo venezolano
Miembro Experto del Consejo Episcopal Latinoamericano
Miembro del Equipo Teológico Asesor de la Presidencia de la CLAR