Diciembre 30, 2024

De lo indiscutible y de la tolerancia

 De lo indiscutible y de la tolerancia

La tolerancia y lo indiscutible son dos planteamientos que se contradicen en nuestra cultura contemporánea. Estas predisposiciones por uno o por otro  hacen problema en las religiones como en la vida social.

Son planteamientos que se reclaman imperiosamente sin muchas aclaraciones. Las doctrinas religiosas o las ideas políticas son intocables por quienes las sostienen, hasta  los humanistas defienden  los derechos humanos sin apelación.  Los religiosos de la Inquisición del tiempo pasado  toleraron atrocidades,  igualmente nosotros, teniendo los medios de palear a muchas miserias, hacemos la vista gorda de muchas desigualdades  y violencias vergonzosas.

En las situaciones conflictivas, se habla mucho de dialogar pero, a menudo, las conversaciones se  transforman en “discusión”, quedando cada uno en sus posiciones irreconciliables. Esto deja  la impresión que podrían existir ideas  propiamente “indiscutibles”. Si así fuera, vale preguntarse  si un diálogo constructivo es posible o si estaríamos sometidos a la razón del más fuerte. Con la tolerancia, existe el mismo impase,  las leyes y las mismas prácticas sociales modernas  buscan otorgar las  máximas libertades para comportamientos  y organizaciones problemáticas: los casinos, la prostitución, la contaminación,,, también  las manifestaciones callejeras…¿Tiene límites la tolerancia?

En preparación al próximo plebiscito en Chile sería oportuno desarrollar una reflexión sobre estas contradicciones de nuestra sociedad. Oficialismo y Oposición  parecen paralizarse en posiciones no-transables. Cuando no se ve otra salida, sólo queda la violencia, esto explica el destape de disturbios  de los últimos meses.    El crecimiento económico para unos es un proyecto indiscutible y, para los otros, la falta de igualdad y solidaridad ciudadana llegó a ser intolerable. Difícil  será lograr una Constitución que pueda dar pie a un desarrollo del país tanto  liberal como social.

 En este artículo nos limitaremos  a plantear la disyuntiva de lo  “indiscutible y la tolerancia” en el contexto particular de nuestra  misma Iglesia católica.

Primero, por no confundir las cosas, hagamos una aclaración previa.. El celibato clerical es “discutible” aun cuando  el Papa Francisco, como mandamás de la Institución eclesial, optó por no cambiar esta disciplina actual. No serró las discusiones sobre el celibato de los sacerdotes. Lo “indiscutible en la Iglesia no esta en cosas de este tipo. Lo que se tiene por  inmutable en  la Iglesia católica  son el Credo y los dogmas, la fe común expresada en las definiciones seculares. Disentir de estas expresiones es poner pie fuera de la Iglesia.

Ninguna religión tiene evidencia de las verdades que sostiene. La “indiscutabilidad” de las creencias es un postulado interno de cada confesión religiosa, es una pretensión monopólica de la Verdad para orientar su proselitismo. Las Iglesias cristianas tienen la Biblia como referencia obligatoria. La Iglesia católica tiene además la  Tradición vale decir los credos primitivos, la primacía del Papa, la sucesión apostólica y  los dogmas  en sus  definiciones precisas como la “infalibilidad” del Papa, “la Inmaculada concepción” de María… Todas las religiones tienen así sus creencias indiscutibles. Es por  fe que se pertenece a una religión determinada.

Sin embargo al interior de la Institución eclesial católica, quizás la más impositiva de todas las religiones,  surgió una búsqueda de mayor tolerancia, más dialogo y participación. El centralismo autoritario, el clericalismo, el tradicionalismo y últimamente las corrupciones  dieron motivo para estas demandas. La deserción de muchos católicos tiene también que ver con esta “·intolerancia” excesiva. Es de tomar en cuenta también  la cultura moderna que  cuestiona e investiga todo, nos acostumbramos a certezas apoyadas por las experiencias científicas, pruebas históricas, testimonios creíbles, comprobados…En moral sobre todo, no se aceptan normas con explicaciones infantiles como las de una ley natural en categoría del siglo XIXº,

¿Cómo  llegar a subsanar el antagonismo entre lo indiscutible y la tolerancia en la Iglesia católica considerando que esto complica enormemente la evangelización misma?

Para un dialogo fecundo, hay que escuchar al otro pero los espacios institucionales tradicionales no siempre han servido ni son adecuados para un dialogo abierto. Se va a misa para escuchar en silencio al sacerdote. Urge abrir nuevos espacios sin censura. Que hablen laicos, no unos pocos clericalizados. Por ejemplos: que las  parroquias tengan whatsapp para escuchar las redes sociales, que haya transparencia y colaboración efectiva  para las decisiones pastorales y la economía, democracia para los nombramientos, que  la Iglesia católica sea más que el Papa…

Al hablar es importante revelar las propias motivaciones de las opiniones. Explicar el porqué de lo que se adelanta evita las posturas doctrinales o teóricas No solamente se debe escuchar sino hacer hablar a los demás para  y descubrir sus “motivaciones” y confrontarlas con las propias. Que los  hombres entiendan las mujeres, que los conservadores entiendan los progresistas y al revés.  Importa lograr intercambiar  las motivaciones de fe explicita de unos y otros hasta poder lograr expresiones comunes. Este dialogo cohesiona las comunidades, Esto puede volver a  vitalizar las celebraciones a menudo tan formalistas. Además este dialogo podrá  proyectar una evangelización creíble. Es necesario abrirse a un dialogo con la juventud, un dialogo camino a una inter-comunión con los otros cristianos, un dialogo abierto con las ciencias y las políticas sin hegemonía ni animadversión.

Algunas cosas del evangelio nos pueden ayudar

Jesús no escribió nada. Algunos apóstoles testimoniaron de Él por escrito, es otra cosa. No redactaron  doctrina ni compendio de mandamientos, redactaron  “buena nuevas” por anunciar. Jesús nos enseñó que Dios es nuestro Padre, somos sus hijos, vale decir que cambió nuestras relaciones, nos habló del amor y muchas veces nosotros seguimos distantes con Dios en una veneración servil e imperial tratándole de “Señor, Todopoderoso, ten piedad, escúchanos” y  poniéndole cuantos intercesores por adelante.

Tampoco Jesús institucionalizó sus seguidores. Si pidió a Pedro de alentar a sus hermanos, fue una  misión de hermano mayor que le dio. Encargó a sus discípulos una misión diferente de la de las autoridades civiles, promovió una  actitud de servicio más que de autoridad.

Otro dato: para salir de la intolerancia de los primeros cristianos respecto de los paganos en la primera Iglesia naciente, Jesús en una intervención nueva levantó un apóstol “de los gentiles”: San Pablo. Este  dejó más escritos que Pedro. También es de recordar que para evitar los encierros institucionales y abrirse a las cosas de Dios, Jesús nos dejó su Espíritu que  sopla donde quiere, nos hacer entender los misterios escondidos desde la creación del mundo, nos traspasa esta  energía divina que nos une y nos hace fermento de la masa para ayudar  el mundo a encontrar su destino definitivo.

Dijo a Nicodemo  un magistrado judío:

“No te asombres de que te haya dicho: tenéis que nacer de lo alto.     El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabe de dónde viene ni a donde va.                                                                                                                     Así es todo el que nace del Espíritu “       (Juan 3, 7-9).

Paul Buchet

Editor