Los derechos humanos para el cristiano
En la crisis actual de Chile, la cuestión de los derechos humanos desvía la atención de las problemáticas sociales y constitucionales. Por eso vale la pena aclarar que son en realidad los derechos humanos porque todos se hacen sus defensores: todos los manifestantes, los políticos y hasta el mismo Presidente de la República. Los carabineros, con su actuar represivo, figuran como los “malos de la película”.
Empecemos haciendo la diferencia entre los derechos “morales” y los derechos “jurídicos”. La moral refiere a los valores que la razón o la fe descubre, la ley, ella, por su ética practica sirve para intervenir en casos de conflictos entre derechos individuales o colectivos, también pondera las circunstancias especiales que limitan los DDHH. En la situación actual en Chile, las demandas judiciales por las víctimas de la represión son necesarias y la justicia debe aplicarse según las normas vigentes pero no puede faltar la tarea paralela de tutelar moralmente las leyes a fin de perfeccionar su aplicación. Desgraciadamente, los Medios de comunicaciones sociales y algunos sectores políticos abusan maliciosamente de este rol moralizador para distraer de las principales demandas sociales y de la perspectiva del cambio de Constitución.
Entre los derechos humanos existen derechos que son individuales: la vida, la libertad, igualdad, de expresión, de seguridad, derecho a juicio justo… pero se puede también considerar derechos que son más bien sociales como: salario justo, salud, educación, hogar, reunión, seguridad ciudadana. Además se pueden considerar también derechos “colectivos”: de las etnias, de las mujeres, de las minorías, de los niños…
Es importante considerar que no existen derechos que valgan por sí solos, siempre los derechos se limitan a los derechos de los demás, al Estado que debe resguardarlos, los derechos son reconocidos por instancias judiciales nacionales e internacionales.
Se habla a menudo de derechos “fundamentales” cuando se quiere destacar especialmente la dignidad de las personas y el respeto y consideración que tienen todos los seres humanos.
Que los derechos sean universales no significa que su reconocimiento es un hecho incontestable o que son de aplicación es general en todos los países Las numerosas declaraciones de derechos humanos demuestran que son muchas veces intenciones y demandas más que realizaciones.
Los derechos humanos implican siempre “deberes” y a las autoridades religiosas y civiles les gusta recordarlo. Quien tiene un derecho, tiene una responsabilidad propia de ejercer este derecho, los demás tienen el deber de reconocérselo, las instancias de poder tienen que resguardárselo. Se entiende por ejemplo que el derecho a la libertad es una responsabilidad de ejercerla en sus propios actos, prohíbe a otros esclavizar y exige del Estado una leyes que sancionan los infractores.
Los derechos humanos no cayeron del cielo. Su historia es bastante nueva. Son la Independencia de los USA y la Revolución francesa que empezaron a hablar de los derechos “del hombre y del ciudadano”. Antes solo existía la idea de “súbditos” de Reyes o Imperadores. Estos otorgaban privilegios a los habitantes de su territorio contra pagos de tributos. El Cristianismo hablaba de la existencia de derechos “naturales” otorgados por Dios a sus creaturas. La misma naturaleza (biología) humana determinaban los deberes correspondientes. Como las declaraciones de derechos del hombre y del ciudadano no contemplaban referencia alguna a Dios, la Santa Sede católica varias veces condenó las declaraciones de DDHH. Las iglesias evangélicas, perseguidas y más abiertas a un pensamiento individual empezaron a defender su derecho a la libertad religiosa. Los Filósofos, ellos tuvieron una explicación más laica y moderna de los DDHH, los enfocaron como facultad del hombre de adueñarse de su propio destino.
Fue solamente después de la segunda guerra mundial que la Iglesia católica empezó a tener un discurso más democrático. Habló en primer lugar del derecho a la libertad religiosa como franquicia para su presencia en los países no católicos. Hubo que esperar hasta Juan XXIII y el Vaticano II para ver el magisterio eclesiástico abrirse a los derechos de “las personas”. Los teólogos empezaron a hablar de derechos humanos, sociales y comunitarios, los declararon de origen divino (don de Dios). Los incorporaron en la doctrina social de la Iglesia insistiendo siempre en los deberes. Privilegiaron el derecho fundamental de la vida (no al aborto, sexo natural). Fueron los últimos Papas que se apropiaron claramente de los DDHH y esta cristianización de los DDHH reforzó su importancia a nivel internacional. Sin embargo siguen muchas las controversias al respecto.
La principal crítica al liderazgo que quieren proyectar los jerarcas de la Iglesia católica es la deuda importante que mantiene la institución eclesial católica con varios DDHH fundamentales. Se puede dar como ejemplos la igualdad sexual hombres y mujeres, el reconocimiento de la diversidad sexual, la libertad de expresión, el clasismo del clero, un sistema legal y judicial autocrático y la falta de democracia para el ejercicio del poder en su seno…
En realidad, la diversidad de religiones y de culturas relativiza los DDHH en muchas partes. Se puede pensar a la Sharia musulmana con el trato de las mujeres, su condenación por blasfema, en algunas culturas Africanas no se respeta los derechos de los niños, en China no existe derechos de procreación.
También se relativizan los DDHH por situaciones políticas y económicas. Las situaciones de emergencia, de conflictos o de guerras crean atropellos sistemáticos a los DDHH. Los mismos sistemas económicos imponen fácilmente sus prioridades sacrificando DDHH en las poblaciones.
En este panorama general nos queda de discernir la fe cristiana que emerge de estos DDHH. Con el consejo de Jesús: “hagan pues y observen todo lo que digan pero no imiten su conducta porque dicen pero no hacen.”(Mateo 23,3ss), dejaremos las críticas de la institución eclesial para recoger algunas interpretaciones de fe.
La referencia a Dios de los derechos naturales con la idea de la creación es una verdadera valoración de los derechos. El peligro es de encerrarse en un creacionismo fundamentalista. La naturaleza humana debe considerarse en su evolución y diversificación biológicas y esto no quita prerrogativa a Dios mismo. Los homosexuales, igual que los heterosexuales, pueden recibir su condición sexual como don de Dios y ¿Por qué no pensar con los ecologistas que la naturaleza animal, vegetal y mineral tiene sus propios derechos de sobrevivir?
La idea de la dignidad del Hombre como creado “a imagen y semejanza divina” (Gen. 1,26) ha servido para darle un valor casi sagrado al todo ser humano. Pero la interpretación que se le da para insistir en la superioridad y dominio del hombre sobre toda la creación provocó mucho deterioro a la tierra y dio a muchos una falsa idea del poder. El llamado a una mejor responsabilidad para con la madre tierra, como lo hace el Papa Francisco, puede rectificar las cosas pero ¿No habrá una mejor exegesis del ser imagen de Dios: la imitación de Dios que hizo “bien” todas las cosas (el sol, el agua, los animales… también el hombre y la mujer). Este acento distinto puede corregir la idea de Dios que se mantuvo demasiada señorial y dominante. Dios es más “Padre” que “Señor” El Hombre está invitado a hacer “bien” las cosas más que dominarlo todo.
Los teólogos interpretan la promoción de los DDHH como búsqueda del Bien Común. La cohesión de la humanidad y la convivencia comunitaria de los hombres, dicen, tienen su arquetipo en la vida trinitaria de Dios. En el pasado se catequizó a la feligresía con las ideas de un Ser supremo dogmático. ¿No resultaría más moderno promover una relación filial con Dios, una amistad fraterna con Jesús de los evangelios y una percepción de esa fuerza espiritual que conecta con el mismo misterio de Dios?
Recuperando las enseñanzas de San Pablo respecto a la Ley, los cristianos pueden creer y esperar una superación de los DDHH. Estos pueden servir para denunciar y defender pero existe una inspiración mayor: el amor a Dios y al prójimo como ël nos lo enseñó.
Por último, se puede añadir la idea poco desarrollada por los teólogos pero que interpreta muy bien la emancipación humana presente en el despertar actual de los DDHH. Se trata de la idea del “Reino de Dios” que se tiene que construir en la tierra. La humanidad se hace camino: sus esfuerzos y su destino son el Reino de Dios. Esta fe y esta esperanza es la que pueden impregnar a la humanidad de este amor que es la obra definitiva de Dios.
Paul Buchet