Una postura para Chile
Después del entusiasmo inicial de las manifestaciones masivas, hemos asistido a unas violencias sorprendentes. Esperamos cada día una baja de intensidad en las confrontaciones y los vandalismos. Recién se empiezan a considerar posibilidades de salir de esta crisis monumental que vive Chile.
Asistimos a un verdadero brazo de fuerza entre por una parte el gobierno y sus partidarios y, por otra, las masas populares que buscan juntar sus demandas en torno a la voluntad de una “asamblea constituyente”.
No se trata de un conflicto político de dos bandos. No se trata solamente de una crisis social como lo gustaría al gobierno, se trata de un conflicto de “Poder”. El poder Ejecutivo mercenario del poder económico nacional, a su vez sometido a la finanza internacional quiso diluir la multiplicidad de demandas sociales con un programa asistencial pero se equivocó, la repetición y la radicalización de las manifestaciones dejaron en evidencia una voluntad popular mayor: la conquista del poder para el pueblo.
Las destrucciones, los incendios, los saqueos no pueden explicarse como hechos delictuales, son las provocaciones y la agresividad de quienes tomaron consciencia del atolladero en que se encuentran no solamente por el modelo de la política de turno sino más dramáticamente por todo un sistema o una cultura que les hipoteca la vida misma.
Los enfrentamientos se dan entre un presidente que se declara “en guerra” y sus fuerzas de orden establecido a quien se le permitió un protocolo de reacción represiva desmesurado e inaceptable respecto a los derechos humanos. Los opositores son a mayor parte jóvenes que se descubrieron formando una masa impresionante. Día tras día vieron crecer su oportunidad para tomar en mano su futuro. Como muchos lo declararon, preferían arriesgar su vida para cambiar las cosas porque no tenían nada mucho que perder. Y, de hecho, fueron 200 que sacrificaron sus ojos para un futuro mejor!!!
Los manifestantes son los “Nini” los jóvenes entre 15 y 29 años que ni trabajan ni estudian y que desde décadas son casi 200,000.- en la región Metropolitana y 50.000.- para Valparaíso. Su marginalidad explica de más su agresividad y su vandalismo. Son también los jóvenes estudiantes o trabajadores a quien la “meritología” enseñó que la vida es una carrera al éxito, que la historia es de vencedores; hicieron dramáticamente la experiencia contraria de sueños perdidos y de frustraciones. Ambos grupos de jóvenes están en las mismas barricadas y no será muy fácil que salgan del individualismo cultural y que entiendan la orgánica de la fuerza colectiva para cambiar una situación absurda de desigualdades crecientes.
La historia seguirá y se espera que las masas tarde o temprano entiendan que la democracia es la peor gobernanza excepto de todas las otras pero que la democracia “liberal” que se ha vivido durante años fracasó y mucha gente salió a manifestar pacíficamente exigiendo una democracia social de igualdad.
Las instituciones quedaron en deuda con todo lo que pasó últimamente. Se espera que el parlamento, los partidos políticos, las organizaciones sociales puedan recuperar algo de su credibilidad para ayudar a reconstruir la cohesión social que el país necesita. Sin embargo la recuperación institucional no se logrará sin la implementación de una asamblea constituyente nacional para esbozar una nueva constitución.
Y es aquí que como cristianos debemos hablar y descubrir nuestra postura de creyente en el panorama existente.
La Institución eclesial se quedó hasta ahora pasiva y es difícil verla comprometerse en la crisis del país. Si no opera los cambios necesarios en su seno no puede cumplir con ser luz en el mundo. Sin embargo, al nivel de inteligencia laica de la fe, se puede adelantar un par de ideas.
Primero, corrijamos eso de la “opción por los pobres”. Es la opción de quienes son o se creen ricos y quieren ser generosos pero los últimos acontecimientos nos revelan que es el sistema que empobrece a muchos y enriquece a unos pocos. La respuesta del evangelio es simple “Ay de los ricos” y “Más fácil por un camello pasar por el ojo de la aguja que un rico entrar en el Reino de Dios”. La opción cristiana es de ubicarse entre los pobres contra el sistema. La política y la democracia no son santas pero son necesarias para hacer justicia social. Esta tarea es un quehacer cristiano tan importante como la familia, la educación o la medicina. Y se necesita más cristianos comprometidos en esta tarea.
El clero ha muchas veces predicado una moral teórica, ha llamado a la paz, ha promovido la caridad (generosidad) menos el amor y la solidaridad, hasta ha valorado el conformismo, la sumisión, los sufrimientos como virtudes. Los laicos cristianos, ellos, saben que la vida no es tan simple, que las opciones sociales y políticas que se toman pueden ser relativas, ambivalentes y complejas pero saben que Dios les acompaña aun cuando se la juegan, cuando se equivocan o lo hacen mal. El evangelio es camino y futuro siempre abierto.
Los desastres que quedan después de las manifestaciones nos dejan mucha amargura, es el mal del que pedimos a Dios liberarnos. Este sentimiento es un encuentro con Dios, nuestro salvador. Es un momento de conversión para cambios sociales, en definitivo para ser mejor ciudadano. Sepamos valorar todos los gestos positivos.
Por último, Cristo fue de lo todo “no-violento”, pagó con su vida su opción. Otros grandes como Gandhi o Martin Luther King lograron seguir este camino. La no-violencia activa puede arrastra masas pero los jóvenes y las masas de nuestras manifestaciones carecieron lamentablemente de líderes. Nuestras religiones actuales no han producido los verdaderos pacifistas que se necesitaban. Por esto nos queda solamente que pedir con vergüenza a Dios que nos suscite líderes que puedan encauzar todo este movimiento de justica social en la no-violencia. Que tu Reino venga.
Paul Buchet
Consejo Editorial de revista”Reflexión y Liberación”