Diciembre 22, 2024

Quien siembra desigualdad, cosecha…

 Quien siembra desigualdad, cosecha…

El gran estallido social que comenzó violentamente el viernes pasado tiene convulsionado al país de un modo que no lo vivíamos hace décadas. Son muchos y diversos los análisis que se hacen acerca de lo que está sucediendo, para no abundar más en ellos, quisiera recoger algunos puntos en los que parece haber coincidencia de muchos y recoger, también, algunas pistas por donde avanzar.

Es un estallido social que se manifestó en el momento más inesperado, cuando según algunos éramos un “oasis” en América Latina; pero, ¿de qué sirven los grandes números macroeconómicos si no resuelven la inequidad y crean más desigualdad en la distribución de bienes y oportunidades?

El estallido social, una explosión de rabia acumulada por la sensación de injusticia crónica, por la frustración que trae la impunidad de los poderosos, por el descrédito de todas las instituciones, por la indolencia de los políticos ante los problemas reales de la gente, y una larga lista de otros factores, nos puso ante el hecho de que el país de los veintitantos mil dólares de ingreso per cápita no existe en la realidad, es una fachada de opereta.

El estallido social que vivimos puso a la luz una larga lista de frustraciones de la mayoría de los chilenos, porque la desigualdad social genera infelicidad. Ahí están las dolorosas humillaciones de los que sobreviven con pensiones miserables (¿se ha dado cuenta, usted, cómo ha crecido el número de mendigos ancianos?), las interminables listas de espera en salud, un sistema educacional en crisis, gente que trabaja para pagar deudas y tener un espacio para renegociarlas, y aquí también seguiría una larga lista que pone de manifiesto varias décadas -y no sólo de este gobierno- de ausencia de verdaderas políticas sociales al servicio de la mayoría de la población, mientras que en el modelo neoliberal se impulsaba un sistema cuyos beneficios son sólo para aquellos que pueden pagarlos.

Todo esto, mientras en cada nueva elección la gente escuchaba las mismas promesas en salud, educación, vivienda, pensiones, etc., y el sistema político no producía ningún cambio significativo, generándose así un abismo entre los representados (la gente) y sus supuestos representantes (parlamentarios y diversas autoridades), como lo escuché decir a un antiguo luchador social del barrio 18 de Septiembre: “que ningún parlamentario, de ningún partido, venga a decir que es mi representante en el Congreso hasta que se bajen el sueldo a la mitad; ahí podemos empezar a conversar”.

Hay quienes dicen que todo esto ha sido siniestramente planificado, eso es algo que tiene que ser probado; pero, aun si así fuese, quienes afirman eso tienen que preguntarse por qué encontró tan amplia acogida y apoyo en la mayoría de los ciudadanos.

En fin, podríamos seguir mirando lo que ha puesto a la luz este estallido social que nos ha hecho pasar de ser “un modelo de desarrollo” a ser un ejemplo de hacia dónde conduce un crecimiento económico cimentado en la desigualdad.

Ahora no se sabe qué puede pasar, todo es incierto, pero también parece haber consenso en algunas pistas para avanzar, que es preciso recoger. Lo primero es que toda crisis, por más complicada que sea, es una ocasión para algo nuevo y mejor. Esa es la oportunidad que tenemos ante lo sucedido y es la esperanza que hay que animar.

También, lo que corresponde es fortalecer la democracia, porque lo contrario es el caos. Fortalecer los derechos y deberes de los ciudadanos; fortalecer el pleno derecho a expresar sus demandas y el deber de hacerlo en forma pacífica.

Es preciso que todos seamos claros en el rechazo a la violencia en cualquiera de sus formas, que sólo traen destrucción de bienes públicos y privados, destrucción de la amistad cívica, y también destrucción de vidas humanas; eliminar no sólo la violencia de las piedras, los incendios y las lacrimógenas, sino también la violencia de las palabras.

Hay que apostar por el diálogo, sólo desde el diálogo podremos encontrar los caminos a recorrer juntos. En Chile hay hombres y mujeres sabios que pueden dialogar y convocar a otros en la búsqueda de una salida posible y realista. A veces no es fácil dialogar, pero éste tiene que ser el mayor compromiso de todos.

Por último, algo sencillo y muy necesario, no propagar noticias falsas o rumores a través de las redes sociales, que generan pánico y desatan conductas descontroladas.

Si es verdad que quien siembra desigualdad e injusticia cosecha ira y rabia acumulada, también es verdad que quien siembra justicia e igualdad cosecha paz, porque -como dice la Biblia- “la paz es fruto de la justicia” (Is 32, 17).

P. Marcos Buvinic

La Prensa Austral   –   Reflexión y Liberación

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