Relectura del Evangelio desde Chile
Los últimos acontecimientos vividos a todo lo largo del país obligan los cristianos a reubicar con su fe. Algunos buscan el estilo de Jesús, otros se preguntan lo que Jesús habría hecho si estuviera en nuestro lugar pero, cuidado, a veces uno se queda con ideas preconcebidas no muy apropiadas. Por esto es necesario volver a leer el evangelio mismo para escuchar lo que Dios nos dice hoy día. Propongo una reseña invitando todo aporte o divergencia para completarla
Primero, llama la atención, en el evangelio, la relevancia de las muchedumbres que Jesús reunía. Las muchedumbres tanto por la proclamación de las bienaventuranzas como para las multiplicaciones de los panes marcaron el inicio de la actividad de Jesús. Esas masas populares son el paradigma de lo que hemos visto en las plazas y calles de nuestro país últimamente. En la época de Jesús existía un sentimiento nacional herido por una larga dominación extranjera y un abandono de los elites del pueblo: los fariseos, los saduceos y los maestros de la ley coludidos los unos más que otros al imperio del Cesar. Las poblaciones sobrevivían por las artesanías, la pesca, la pequeña agricultura de consumo o sino los salarios de trabajos en los grandes latifundios, también eran tributarias del templo. Las enseñanzas de Jesús y sus parábolas se refieren a este estilo de vida del común de gente de la época. El pueblo sencillo tesorizaba la esperanza mesiánica, de la intervención de Dios prometida de generación en generación. Jesús dirá de sus contemporáneos que se ven como ovejas “sin pastor”.
Compartiendo con los manifestantes de las masas que se juntan en nuestras ciudades, se habla de las preocupaciones económicas y sociales, de injusticias, frustraciones… pero también se escucha las esperanzas de cambios de muchos. Las personas se descubren sorpresivamente numerosas con los mismos anhelos. ¿Se encontrará suficiente fe para todo lo que se espera?
También, entre los discípulos de Jesús, había más de uno que era violentista, uno que fue zelote (rebelde independista) Judas que era sicario (Marcos 3, 16-19), se hace mención de un discipulo que estaba armado en la arresto de Jesús y que cortó la oreja a uno. Jesús supo desmarcarse de los movimientos revolucionarios (los zelotes) igual de los monjes retirados del mundo (los Esenios), se escapó de los entusiasmos ingenuos de la muchedumbre que querría hacerlo Rey. Pero un texto puede dejarnos pensativo. En Lucas 6 1-9, Jesús no encontraba más condenables los muertos en revueltas que los muertos por accidente. Decía: “si no se convierten, todos perecerán igual. La conversión y los cambios que Jesús predica, hoy día como ayer, deben ser colectivos de todos como individuales de cada uno.
Leyendo ahora textos que son ellos muchísimos y que nos reportan la crítica severa de Jesús en contra de los ricos. Leemos “No se puede servir a dos señores: Dios y el dinero”. Esta postura tan cortante de Jesús justifica todas las críticas frontales contra nuestra adoración actual de la riqueza (el crecimiento económico). Los directivos de las organizaciones financieras que nos gobernaron nos dejaron a todos esclavizados por el afán del dinero. Ganar plata llegó a ser nuestra religiosidad dominante. La más pequeña tarjeta de plástico, nuestra AFP, nuestras compras en los supermercados, toda la publicidad… nos involucran en el sistema financiero imperante a nivel global. Nuestra religión misma está corrompida en esto. Hasta nuestras generosidades son hipócritas sino no encaran las desigualdades a nivel planetario. Quien no emprende algo socialmente, políticamente, culturalmente, quienes no solidarizan con las manifestaciones que buscan cambiar el sistema ¿pueden realmente decirse cristiano?.
Los que acusan fácilmente de “delincuentes”, de vándalos, de “lumpen” (= asalariados en alemán!!!) a los que comenten acciones violentas en las manifestaciones se olvidan que somos todos culpables de las situaciones que nos provocan hoy día esta rabia y estas frustraciones. La conversión a la que llama Jesús va más allá de un pequeño esfuerzo personal para mejorar la vida propia, el llamado de Jesús es al reconocimiento de la culpabilidad de las injusticias sociales pasadas que crearon la atroz desigualdad social que pone a Chile como peor país latinoamericano en la materia. Nos corresponde una responsabilidad generacional. El pasado, lo hicimos nosotros a lo menos por omisiones, pasividad o errores. Los delincuentes son hijos “nuestros”. .Seamos honestos de reconocerlo, será el principio de una conversión.
A los que se conmovieron del desorden que generaron las manifestaciones y que piensan que ir contra del orden establecido y la tranquilidad ciudadana es ir en contra de la buena fe, se le invita a leer Mat. 10,14ss. Cuando Cristo envía a sus discípulos a predicar, les previene que Él es señal de contradicción: “No he venido a traer paz a la tierra…” o “ No he venido aquí para dar paz a la tierra , no les aseguro, sino división”.. (Lucas 12,51). Los evangelios nos obligan a borrar de nuestras mentes las imágenes de un “dulce predicador de Galilea” y a atrevernos a acciones que por ser justas van a crear conflictos y represalias.
Jesús no impulsó a nadie a saquear, a robar, a violentar, es obvio pero una de sus intervenciones en el templo nos puede dejar sorprendidos.
Jesús mostró un afecto particular para Jerusalén y el templo en particular. Lloró al ver sus bonitas construcciones cargadas de simbolismo y de tradición Presentía su futura destrucción. (Lucas 19,41ss),”No quedará piedra sobre piedra”, Le chocaba profundamente la corrupción que reinaba en el templo. Desde el inicio de su ministerio en San Juan 2, 13. Jesús entró en el templo y “haciendo un látigo con cuerdas”, dio vuelta a todos los negocios que había en su interior, los echó todos a fuera o sino, al final, después de su entrada triunfal en Jerusalén, (Mat. 21,12ss). Sus denuncias contra la hipocresía y las corrupciones de las elites civiles y religiosas llenan capítulos enteros de los evangelios y toman claras características subversivas (Mat 23) que los dirigentes religiosos muchas veces han dejado olvidado.
Nuestra relectura de los evangelios en este momento particular de la historia de nuestro país no puede pasar por alto el fin trágico de Jesús. Él murió crucificado. Él tomó la actitud de una no violencia absoluta, fue la víctima de los poderosos de su tiempo. Pero por su Resurrección nos reveló la fuerza del amor de Dios, este amor extremo que puede subsanar nuestras incapacidades de superar nuestras injusticias y nuestros problemas. Con su gracia, podemos convertirnos y hacer los cambios necesarios para progresar en dirección del Reino de Dios .
Que en estos días penosos, de muchos corazones salga la exclamación ciudadana: VEN SEÑOR JESUS.
Paul Buchet
Consejo Editorial de Revista “Reflexión y Liberación”