Conocer el apasionante Amazonas milenario
(Leonardo Boff).-
En función del Sínodo pan-amazónico, continuemos profundizando la historia del ecosistema amazónico.
Euclides da Cunha (1866-1909), un clásico de las letras brasileras, fue también un apasionado investigador de la región amazónica, y escribía en 1905: «La inteligencia humana no soportaría el peso de la realidad portentosa de la Amazonia; tendrá que crecer con ella, adaptándose a ella para dominarla» (Um paraíso perdido, reunión de ensayos amazónicos, Petrópolis 1976, 15). Tal constatación muestra la exuberante riqueza de este ecosistema inconmensurable.
Paradójicamente la Amazonia es también el lugar que sufre más violencia. Si queremos ver la cara brutal del sistema capitalista depredador, visitemos la Amazonia. Ahí emerge el gigantismo del espíritu de la modernidad, la racionalización de lo irracional y la lógica implacable del sistema anti-naturaleza.
El Estado brasileiro, las empresas nacionales y las multinacionales, formaron un gran trío, y dieron origen a lo que se ha llamado “el modo de producción amazónico” (cf. Mires, F., Discurso de la naturaleza: ecología y política en América Latina, DEI, San José 1990, 119-123). Es un modo que se define como una forma de producción/destrucción terriblemente depredadora, con la aplicación intensiva de tecnología contra la naturaleza, declarando la guerra a los árboles, exterminando poblaciones originarias y adventicias, superexplotando la fuerza de trabajo, incluso a modo de esclavitud, en vistas a la producción para el abastecimiento del mercado mundial.
La Amazonia continental comprende 6,5 millones de km cuadrados, que cubren dos quintos del área latinoamericana: mitad de Perú, un tercio de Colombia y gran parte de Bolivia, Venezuela, Guyana, Guayana Francesa y Surinam, y 3,5 millones de km cuadrados del área brasilera.
Geológicamente, el proto-Amazonas, durante todo el paleozoico (hace entre 550-230 millones de años) formaba un gigantesco golfo abierto hacia el Pacífico. América del Sur estaba todavía unida a África. En la era cenozoica, al comienzo del período terciario hace 70 millones de años, empezaron a surgir los Andes y durante todo el plioceno y el pleistoceno, y a lo largo de miles y miles de años, bloquearon la salida de las aguas hacia el Pacífico. Toda la depresión amazónica quedó convertida en un paisaje acuoso hasta encontrar una salida hacia el Atlántico, como ocurre actualmente (cf. Soli, H., Amazônia, fundamentos da ecologia da maior região de florestas tropicais, Vozes, Petrópolis 1985, 15-17).
El río Amazonas, según las investigaciones más recientes, es el río más largo del mundo, con 7.100 kilómetros, cuyos manantiales se encuentran en Perú, entre los montes Mismi (5.669 m) y Kcahuich (5.577 m), al sur de la ciudad de Cuzco. Es también, con mucho, el más caudaloso, con un caudal medio de 200.000 metros cúbicos por segundo. Sólo él, contiene de 1/5 a 1/6 de la masa de agua que todos los ríos de la Tierra lanzan conjuntamente a los océanos y los mares. El lecho principal del río tiene un promedio de anchura de 4-5 km, con una profundidad que varía de 100 m en Obidos a 4 m en la desembocadura del río Xingú.
En la Amazonia se ofrece el mayor patrimonio genético. Como decía uno de nuestros mejores estudiosos, Eneas Salati: «En pocas hectáreas de la selva amazónica, existe un número de especies de plantas y de insectos, mayor que toda la flora y la fauna de Europa» (Salati, E., Amazônia: desenvolvimento, integração, ecologia, Brasiliense/CNPq, São Paulo 1983; cf. Leroy, J.-P., Uma chama na Amazônia, Vozes/Fase, Petrópolis 1991,184-202; Ribeiro, B., Amazônia urgente, cinco séculos de história e ecologia, Itatiaia, Belo Horizonte 1990, 53). Pero no nos debemos engañar: esta selva exuberante es extremadamente frágil, pues se yergue sobre uno de los suelos más pobres y lixiviados de la Tierra, como escribimos en el artículo anterior.
En la selva amazónica precolombina vivían, según el historiador Pierre Chaunu, 2 millones de habitantes, y en toda América del Sur unos 80-100 millones, 5 millones de ellos en Brasil.
Desarrollaron un sutil manejo de la selva, respetando su singularidad, pero, al mismo tiempo, modificando el hábitat para estimular aquellos vegetales útiles para el uso humano. Como afirma el antropólogo Viveiros de Castro: «la Amazonia que vemos hoy es la que resultó de siglos de intervención social, así como las sociedades que allí viven son el resultado de siglos de convivencia con la Amazonia» (“Sociedades indígenas y naturaleza”, en Tempo e Presença, nº 261, 1992, 26). E. Miranda es todavía más enfático: «Queda poca naturaleza intocada y no alterada por los humanos en la Amazonia» (Quando o Amazonas corria para o Pacífico, Vozes, Petrópolis 2007, 83).
En el Brasil pre-cabralino había cerca de 1.400 tribus, el 60% de ellas en la parte amazónica. Se hablaban lenguas pertenecientes a 40 troncos subdivididos en 94 familias diferentes, fenómeno fantástico, que llevó a la etnóloga Berta Ribeiro a afirmar que «en ninguna otra parte de la Tierra se encontró una variedad lingüística semejante a la observada en la América del Sur tropical» (Amazônia urgente, op. cit. 75).
Conviene señalar que en el interior de la selva amazónica, 1.100 años antes de la llegada de los europeos, se formó un espacio inmenso (diría que casi un “imperio”) de la tribu tupí-guaraní. Ésta ocupó territorios que iban desde los contrafuertes andinos, formadores del río, hasta la cuenca del Paraguay y del Paraná, llegando después al Norte y al Nordeste, para bajar hasta el Pantanal y las pampas gaúchas.
Prácticamente, todo el Brasil florestal, excepto algunas partes, fue conquistado por los tupí-guaraní (cf. Miranda, E., Quando o Amazonas corria para o Pacífico, op. cit., 92-93). Se creó un “proto-Estado” con animado comercio con los Andes y el Caribe.
De esta forma se deshace la creencia del carácter salvaje de la Amazonia y de su vacío civilizador.
Leonardo Boff