Delito y Pecado
La conciencia tranquila del Cardenal Errázuriz al salir del juzgado donde fue citado como imputado en el caso de encubrimiento de varios abusos sexuales del clero llama la atención.
Cuando se trata de un abusador, se puede diferenciar entre un delincuente, un enfermo mental y un pecador pero en este caso es necesario indagar más a fondo la noción de “pecado” porque declararse “con la consciencia tranquila” es referirse a un registro moral muy particular. La teología moral que estudió el cardenal ha sido una moral casuística vale decir una moral que tasaba la maldad de actos precisos como por ejemplo la masturbación, el control de la natalidad, el adulterio, el divorcio, el robo, la mentira…y eso para llevar a los penitentes a arrepentirse y poder recibir el perdón de Dios y la salvación eterna. Como jerarca de la Iglesia, su rol ha sido de recordar la Ley de Dios y de guiar las consciencias de los fieles para después poder por la confesión perdonar a los pecadores. La moral se enseñaba como una doctrina que sustentaba la sacramentalización que era la función santificadora y salvífica de la Iglesia.
Cuando el Concilio Vaticano II dice que no se trata solamente de evitar el pecado sino también de dar frutos de caridad para la vida del mundo abre un nuevo planteamiento moral. Benedicto XVI mismo perteneció de esta nueva teología afirmando que” la moral cristiana es el amor” y no el mero cumplimiento de los mandamientos. El Papa Francisco habla también de la misma manera cuando dice que “se ha perdido el sentido del pecado y que se hace pagar a otros el precio de nuestra propia mediocridad cristiana “.
El cambio de perspectiva consiste en exhortar a la compasión, esa virtud que corresponde mejor a la actitud de Jesús del evangelio que prefería más compadecerse que juzgar.
Este cambio de perspectiva se debe primero a un entendimiento moderno de la condición humana. La antropología dio entender lo mitológico de los relatos del Génesis acerca del famoso pecado original, el psicoanálisis aportó luces sobre las deficiencias humanas y le dio otro nombre al mismo diablo.
Fue la experiencia de vida social, la misma política de los derechos humanos, también la teología de la liberación…que devolvieron el sentido profundo del “pecado social” : las violencias, las injusticias, las desigualdades…que se deben reconocer y contrarrestar.
A pesar de un individualismo cultural creciente, el sentido moral societario reclama por esta dimensión humanitaria y social en las leyes e instituciones.
Es un hecho que fueron las instancias sociales y públicas más que las religiosas que empezaron a denunciar los abusos en la Iglesia. Ocurre como un revés, como si fuera ahora la sociedad que enseñara a la Iglesia y que la obliga a vivir en el tiempo actual al lugar de quedarse en el pasado. Lo manifiestan todas las demandas hechas a la Iglesia, demandas de democracia contra el clericalismo, a favor de la tolerancia para la unión de cristianos, la transparencia en las finanzas, por la igualdad de las mujeres, por una demografía razonable por una procreación responsable socialmente…
La sociedad no va a hablar de pecado pero puede hablar de “delito”. Las leyes que fueron influenciadas por sistemas antiguos fueron engañosas porque que daban a los jueces una simili autoridad divina que los confería la autoridad declarando inocentes o culpables. En realidad no les corresponde ningún privilegio divino para encontrar la verdad en sus juicios. Sólo pueden acusar insuficientes pruebas para culpar o se pueden también equivocarse encontrando culpable un inocente. Tampoco tienen un código moral divino. Sólo les corresponde restablecer el orden que ha sido perturbado por quien ha cometido un ilegal, un atropello, un delito. Este arreglo humano que son los sistemas judiciales no es contrario a los designios de Dios. Dios construye su Reino con la actividad humana, el progreso humano. La Iglesia, los cristianos no son toda la masa que tiene que levantar, son levadura, no son toda la comida sino la sal …
Para volver a nuestra historia del cardenal Errazuriz, si él no tiene problema de conciencia por su actuación respecto a las víctimas de abusos de clérigos que dependían de él, le podemos recordar que el mismo catecismo católico habla de “Conciencia recta” y bien podría ser que por su formación, un estilo de poder excesivo, una discreción institucional o lo que sea, no ha podido tener esa compasión prioritaria por las víctimas y atenderlas aún en perjuicio de prestigio de la Institución eclesial.
Se espera que las instancias civiles de la Justicia restablezcan el desorden que tiene muchas facetas: las de las víctimas, las primeras perjudicadas por el encubrimiento, los hechores mismos como potenciales riesgos reiterativos, los cristianos decepcionados por su institución eclesial y todo el gran público que se desanima delante la revelaciones de tantas perversiones. Y quizás, recapacitando después de una eventual sentencia condenatoria, Don Francisco Javier entienda que no lo hizo todo bien.
Entre los jerarcas eclesiásticos y nuncios, existe un pecado eclesial que no se reconoce. La irresponsabilidad de los mandamases de la Iglesia de las últimas generaciones, de los que fueron los guías del pueblo de Dios y que tuvieron tan malos resultados de evangelización es espantosa. El que escribe no tira la primera piedra y asume que tuvo personalmente sus responsabilidades en cuanto de lo que no se logró, de lo que fue mal hecho, lo insuficiente, lo equivocado…Pero quiere también unirse a la decepción de muchos cristianos que ven a la mayoría de los obispos, arzobispos, cardenales, sacerdotes (también padres, abuelos) que no asumieron su responsabilidad de esta decadencia de la cristiandad.
Los más viejos pidamos perdón a Dios los primeros por lo que nos corresponde pero sepamos también enseñar a las generaciones futuras que hemos aprendido una cosa importante : el Norte en cuanto respecta a la moral (vale decir la consciencia) es el amor al prójimo más que cualquier mandamiento.
Paul Buchet
Consejo Editorial de Revista “Reflexión y Liberación” – Chile