Diciembre 21, 2024

Se ha creado un gran vacío de poder en la Iglesia de EE.UU.

 Se ha creado un gran vacío de poder en la Iglesia de EE.UU.

«El escándalo de los abusos y la deslegitimación del episcopado han creado un gran vacío de poder en la Iglesia» de Estados Unidos, en donde se aplica «una mentalidad de corporación, en la que el Papa es visto como el administrador delegado y los obispos como sus gerentes, a quienes él puede simplemente despedir». Lo explica en esta entrevista con Vatican Insider el profesor de teología y estudios religiosos Massimo Faggioli, de la Villanova University de Filadelfia. 

¿Qué ha surgido con la publicación del informe de Pennsylvania y por qué ha sacudido tanto a la opinión pública?

El Gran Jurado instituido por el procurador general de Pennsylvania presentó el 14 de agosto un informe que expone con detalles (1400 páginas) la manera en la que los directivos de la Iglesia católica en seis diócesis de Pennsylvania ocultaron los abusos sexuales cometidos por el clero (300 sacerdotes acusados; más de mil víctimas) en los últimos setenta años (en las otras dos diócesis del estado, entre las que está Filadelfia, se había presentado un informe hace algunos años). Surge un marco de encubrimiento sistemático, “de manual”, de los casos de pederastia cometidos por el clero. Un informe semejante, por extensión, pero mucho más sistemático y científico, es el que publicó el John Jay College de la City University of New York en 2001. Los hechos del Gran Jurado no son nuevos, sino en gran parte “históricos”, es decir que se verificaron (en su mayoría) a lo largo de un período que llega hasta los años noventa. El informe ha sorprendido a la opinión pública por algunos motivos. En primer lugar, casi ninguno de los acusados será procesado, no solo porque algunos han fallecido mientras tanto, sino porque los delitos han prescrito. Un segundo factor es la importancia de la Iglesia católica en Pennsylvania, que es uno de los estados cuna del catolicismo estadounidense, tanto en la historia de los últimos dos siglos como en la actualidad (Filadelfia y Pittsburgh son dos diócesis que han dado un elevado número de obispos a la Iglesia estadounidense). El Informe fue publicado en un momento en el que otros escándalos crean un mosaico particularmente inquietante para la Iglesia en Estados Unidos: las revelaciones sobre la doble vida del ex arzobispo de Washington, McCarrick, que provocaron su renuncia del Colegio Cardenalicio (una sanción con poquísimos antecedentes en la historia), y una serie de investigaciones sobre algunos seminarios estadounidenses (Boston, Lincoln, Filadelfia), surgidas gracias a denuncias de abusos sexuales contra los seminaristas dentro de los mismos seminarios.

¿Qué surgió contra el cardenal Donald Wuerl? ¿Qué le parece su posición?

En contra del cardenal Wuerl hay un panorama complejo: por una parte, Wuerl no tuvo miedo de enfrentarse al tribunal de la Signatura Apostólica del Vaticano, que quería que se volviera a admitir a un sacerdote de la diócesis de Pittsburgh al ministerio (y Wuerl prevaleció), mientras en otros casos parece que hubiera colaborado en el encubrimiento de algunos casos, por ejemplo sin ofrecer a la diócesis de llegada de un sacerdote pederasta proveniente de su diócesis toda la información sobre el caso. Es una posición muy difícil, sobre todo porque Wuerl se ha convertido en un símbolo (obispo de Pittsburgh de 1988 a 2006 y arzobispo de Washington desde 2006), más allá de las acusaciones en su contra, de las que no se ha podido defender en público. Un elemento esencial para comprender el contexto es que los escándalos son también la oportunidad, para el catolicismo neo-tradicionalista de las jóvenes generaciones estadounidenses, para atacar a obispos y cardenales cercanos al Papa Francisco. El escándalo de los abusos y la deslegitimación del episcopado han creado un gran vacío de poder en la Iglesia de Estados Unidos y es un vacío que alguien llenará. Se engañan quienes piensen que la solución es la renuncia masiva de todos los obispos estadounidenses: el vacío dejado por los obispos no lo llenarán los simples laicos.

En algunas de las réplicas al informe del Gran Jurado ha habido obispos que critican algunas de sus interpretaciones en relación con los encubrimientos. ¿Qué puede decir al respecto?

El informe del Gran Jurado es el resultado no de un proceso, sino de una investigación. Por lo tanto, el informe del Gran Jurado es el documento de la acusación: los jurados escuchan y ven solamente lo que los procuradores de la acusación producen ante ellos y, por lo tanto, n el informe no existe la posibilidad para que se defiendan los acusados. En este sentido, es perfectamente comprensible que la Santa Sede no quiera basarse sobre un informe del Gran Jurado (y sobre las reacciones de la prensa) para decidir la suerte de muchos obispos implicados en el encubrimiento de los abusos. El caso de Pennsylvania es diferente, por ejemplo, del caso del obispo de Adelaide (Australia) que renunció hace algunas semanas, después de la sentencia del tribunal. Por otra parte, el Gran Jurado publicó también los documentos originales que, si no representan la última palabra desde el punto de vista de la responsabilidad penal, hay una responsabilidad moral y pastoral por parte de algunos obispos que es difícil no ver.

El informe reconoce que la Iglesia ha dado pasos positivos en los últimos años. ¿Cuál es la percepción en Estados Unidos al respecto? ¿Se ha afirmado una cultura de la protección de los niños?

Diría que se está afirmando. Puedo atestiguar personalmente que tuve que ir a dos cursos de prevención de abusos (uno como padre de niños que van a una escuela católica y otro como profesor de una universidad católica). La Iglesia estadounidense ha dado enormes pasos a partir de 2002, gracias a la llamada “carta de Dallas”: es uno de los hechos positivos que el informe del Gran Jurado reconoce. El problema es que los casos de abusos sexuales por parte del clero son denunciados años o décadas después: entonces, la Iglesia debe prepararse a un periodo muy largo (durante, por lo menos, toda la próxima generación) de revelaciones de abusos cometidos antes de la aplicación de las líneas guía y de los protocolos elaborados después del escándalo revelado por el “Boston Globe” en 2002 (después de alrededor de una década de denuncias por parte de la prensa católica progresista desde los años noventa, y sistemáticamente ignoradas).

¿Por qué, en su opinión, la carta de Francisco al “pueblo de Dios” sobre el tema de los abusos ha sido tan criticada? ¿Qué es lo que se espera que haga?

La carta ha sido apreciada porque identifica el problema del clericalismo como la cuestión principal. Ha sido criticada porque no enuncia pasos concretos que hay que dar o que se han dado en la lucha contra los abusos sexuales y contra el silencio en la Iglesia. Especialmente en Estados Unidos se espera que el Papa Francisco pase a una fase legislativa y ejecutiva en relación con la “accountability” de los obispos que no vigilaron (o peor). Se espera que el Papa Francisco haga con una lista de obispos estadounidenses lo que ya ha hecho en otros casos, es decir aceptar la renuncia o invitar a que estos obispos renuncien. Después está la cuestión de la corresponsabilidad del laicado y de la sinodalidad en la Iglesia (que permanece en el papel, después del discurso de Francisco de octubre de 2005) y de la formación del clero en los seminarios, que en Estados Unidos es un problema serio. La distancia entre el Vaticano y Estados Unidos es también cultural: por una parte, la cultura estadounidense se toma muy en serio las leyes y tiende a aplicar a la Iglesia una mentalidad de corporación, en la que el Papa es visto como un administrador delegado (CEO) de la Iglesia católica mundial, y los obispos como sus gerentes, a quienes el Papa puede simplemente despedir. Por otra parte, el “demos” estadounidense siempre sospecha de la autoridad y de la élite (política, cultural y religiosa: la deslegitimación del episcopado estadounidense debe entenderse en este marco). También hay que decir que hay un problema de comunicación institucional por parte del Vaticano, que no logra alcanzar al mundo anglófono y, particularmente, estadounidense: durante el Pontificado del Papa Francisco se han hecho cosas importantes en el frente de la lucha contra la pederastia, pero no hay una comunicación eficaz, que en este ámbito es crucial, no solo para defender al Papa, sino también para la reputación misma de la Iglesia.

Francisco, en la carta, acusa al clericalismo y al abuso de poder. Varios de los que lo critican afirman que el verdadero problema es la homosexualidad extendida y practicada en el clero. ¿Qué le parece?

La actual crisis es diferente de la de 2002, porque entonces estaba el Papa Juan Pablo II, que era el garante con respecto a la transición de la Iglesia del Concilio al post-Concilio. La Iglesia estadounidense en los últimos quince años ha vivido una radicalización del conservadurismo religioso en el sentido de un neo-tradicionalismo, especialmente en las jóvenes generaciones de sacerdotes e intelectuales. La actual crisis de los abusos es interpretada por ellos como un fenómeno que nace de los errores del Concilio mismo y no solo del post-Concilio, y se relaciona con el surgimiento de la cuestión homosexual y de la legalización del matrimonio homosexual en Estados Unidos en 2015. Este catolicismo neo-tradicionalista cree que los abusos sexuales son cometidos solamente por el clero homosexual (cosa que los datos del informe del John Jay College desmienten) y que la crisis de los abusos puede ser resuelta por una especie de jacobismo católico que debería eliminar a todos los obispos y sacerdotes mínimamente comprometidos en el diálogo con la cultura moderna, par sustituirlos con un clero joven caracterizado por una santidad personal y por una fascinación por una Edad Media mítica y por el rechazo de una relación Iglesia-mundo basada en el principio de realidad.

La homosexualidad en el clero es una cuestión que debe ser afrontada, pero la crisis de los abusos no se resuelve convirtiendo a los homosexuales de la Iglesia en chivos expiatorios de un escándalo que tiene raíces antiguas, que se remontan a mucho antes del Concilio Vaticano II. El debate sobre el escándalo de los abusos cometidos por el clero corre el peligro de convertirse, desgraciadamente, en otro capítulo de la historia de las “batallas culturales” de los últimos 30 años del catolicismo estadounidense. 

Andrea Tornielli   –   Ciudad del Vaticano

Vatican Insider   –   Reflexión y Liberación

 

Editor