Abrir
¿Qué nos falta por abrir? Abrir las puertas de las capillas, abrir las Iglesias, abrir nuestras casas para que entren los hermanos y hermanas en situación de calle. ¿Qué más abrir?
Abrir los espacios, abrir las miradas, abrir la mente. Qué falta nos hace abrir los ojos para ver al que sufre, para acoger al despreciado. Abrir los oídos para escuchar bien las demandas del pueblo pobre, para oír el clamor de refugiados, de migrantes, de enfermos, de pueblos indígenas menospreciados y no reconocidos. Qué falta nos hace abrir. Abrir las manos para abrazar, para dar, para recibir, para tocar. Abrir la boca para gritar contra la injusticia, para rechazar los privilegios de pocos, para denunciar los abusos eclesiales, políticos, policiales, militares y económicos.
Cuanta falta nos hace abrir. Abrir el corazón, abrir el alma, abrir las murallas y nuestras propias mascaras tan llenas de egos. Abrir nuestras caretas ante el otro que nos desviste. Abrir y abrir. ¿Qué más podemos abrir? Abrir falsas seguridades, abrir soberanías de decretos, abrir las fronteras para generar el libre acceso de quien lo desee. Abrir nuestras mentes. Abrirnos completamente en esta era tecnologizada. Abrir nuestras formas añejas de hacer política, abrir nuestras instituciones, abrir el arte para que deje de ser monopolio de ricos y accesible a una elite. Abrir las fiestas, los bares y celebraciones.
Abrir el debate, de todos los colores y pareceres. Abrir las calles, las alamedas y los pequeños pasajes de poblaciones tomadas por la policía y el tráfico. Abrirnos. Abrirnos al otro, al distinto, al que nos intimida por miedos proyectados. Abrir y abrir. Abrir escuelas y colegios ABC1 que después de las seis son inmuebles vacíos y sin sueños. Abrir los parques y jardines, los bosques y fundos llenos de alambradas. Abrir la mente y abrir el cuerpo.
Abrir los brazos y los besos. Abrir la mesa, esa donde nadie queda afuera como quisiera Jesús. Abrir las Iglesias y los conventos y los claustros envejecidos. Abrir el amor y el pensamiento, abrir las religiones para que cohabiten hermosamente en uno mismo. Abrir el tiempo. Abrir los tiempos, esos que duran pocos y los que parecen eternos. Abrir las opiniones y las ideas dogmáticas enseñadas con violencia. Abrirlas, abrirnos. Abrirlo todo.
¿Qué más podemos abrir? Abrir los archivos y las ideas, abrir los egoísmos. Abrir los colores y las fotografías, abrir los recuerdos. Abrir todas las memorias y compartirlas sin más. Porque sí, como el amor. Y abrir nuestro ser al Misterio inabordable y accesible. Abrir nuestro todo al Todo; y nuestra nada al que puede transformarla en mucho.
Abrir nuestra humanidad al cosmos, a las estrellas, a los espacios aun no descubiertos, a las américas de arriba y de abajo. Abrir la naturaleza para caminar descalzos y pisar la tierra. Abrir el espíritu al espíritu del otro. Abrirnos, abrirse.
¿Qué puedes abrir?
Pedro Pablo Achondo Moya
Santiago de Chile