Noviembre 21, 2024

Y después de todo esto

 Y después de todo esto

Se espera que se vayan apagando los escándalos, las denuncias, las intervenciones vaticanas, los remplazos  de  obispos en Chile…

Todos estos episodios  fueron  sinsabores, sufrimientos, tristezas íntimas para muchos cristianos.  No se podrá conocer el impacto negativo que tuvo  todo esto en la población sino después de las próximas estadísticas. Lo menos que se puede decir por el momento es que todo esto no ayudó a afirmar la fe de la gente. Hay que considerar que, en la Iglesia católica, el rol de la jerarquía es importante porque  asegura la “Tradición”  la “Apostolicidad” y la Sacramentalidad, y que… fue precisamente el rol de los mismos obispos chilenos que se cuestionó. El Papa Francisco pudo salvar la situación por su carisma muy particular pero  hay que señalar que no será esta intervención vaticana  que  ayudará los esfuerzos de descentralización en la Iglesia.  Habrá que evaluar  sobre todo las repercusiones que  tuvieron estos acontecimientos  en las comunidades e instituciones católicas mismas, ellas vivieron todo este acontecer informadas por la televisión más que por su propia institución eclesial. Surgieron  también efectos colaterales como los cambios de relaciones entre  Iglesia y la Sociedad civil.

Pero  después de todas estas tristes consideraciones, el efecto positivo que tuvo esta crisis  es el despertar de cristianos que están volviendo  a tener grandes  expectativas para la transformación de su Iglesia Institucional.

Las visitas de los representantes del Papa no arreglarán  de por sí los desórdenes del clero chileno. La impresión es que la gran mayoría del clero y más todavía de los fieles  viven en la expectativa para no decir en la apatía. Piensan: “que pase el temporal y se arreglarán las cosas en el camino”.  Que el sorprendente  interés mediático acerca de lo que pasaba   no engañe, no fue una conmoción  de la cristiandad,  fueron  curiosidades, morbosidades, críticas negativas, rencores del gran público, sentimientos pasajeros delante la pantalla de la televisión. Hubo pocos comentarios e entrevistas en profundidad. No se  escucharon  suficientes voces para reflexionar y empezar a plantear cambios efectivos para la institución.

El llamado a la “Conversión” desde la capital de la catolicidad  suena  demasiado espiritual  e individual como para motivar cambios de estrategias. En el fondo no se trata de problemas personales de cada uno, se trata de un pecado “eclesial”. Falta  la conciencia de una responsabilidad  comunitaria y un sentimiento de  culpabilidad general de todos los católicos. Faltan las  reacciones litúrgicas, las expresiones populares, donde están los “vías crucis” de antaño y los “Señor ten piedad de nosotros” .  Esta conciencia social se ha perdido en la Iglesia. Se perdió la idea que  las cosas pueden cambiar de abajo hacia arriba (el Espíritu sopla por donde quiere). Los cambios de cabezas, los “pedir perdón”, las sanciones canónicas y aún las civiles  no serán suficientes para cambiar la institucionalidad  que sufre de una parálisis  secular.

Se habla de “Renovación” como se hablaba  ayer de “Nueva evangelización”. Estas palabras tienen una  imprecisión que es necesario aclarar. Cuando el  Papa Juan XXIII convocó  el  concilio Vaticano II, hablaba de “aggiornamento” (puesta al día o actualización). La palabra  “renovación es otra palabra  débil para expresar lo que se necesita como cambios en la Iglesia.  El evangelio y el mismo Cristo nos exige algo mucho más radical, nos exige una actitud que es  “decisión”, “compromiso” y “atrevimiento”…  Tenemos la manía de recluirnos en actitudes personales como si el Reino de Dios fuera interior, individual nada más. Se trata  mucho más realistamente de un cambio eclesial con  nuevas actitudes grupales y comunitarias.

La Iglesia se “hace”  y no se hace espontáneamente. Muchos rezan el credo añadiendo la creencia de la Iglesia católica  a las otras cuando lo correcto es rezar: creo (confío) en Dios  Padre, Hijo y Espíritu Santo  y creo “la” Iglesia (por hacer).

Al final de la década del 70  corrió en las diócesis chilenas la idea de una “Planificación diocesana”. Con técnicas participativas se buscaba concretar acciones precisas de cambios pastorales. Esta idea de algunos obispos no logró aterrizar en las parroquias y movimientos por ser demasiado dirigiste pero era la idea de una Iglesia “por hacer”. Esta idea de una pastoral planificada se envició  después con un planteamiento autoritario y se transformó en  “orientaciones pastorales”  de arriba abajo. Estas  se elaboran actualmente a nivel nacional  y  se consideran de aplicación para todo chile. Existen algunas orientaciones pastorales diocesanas  pero estas son elaboradas por grupo de agentes pastorales selectos cuando no  por el mismo obispo. Se puede recorrerlas en las publicaciones de los boletines diocesanos y  descubrir cómo  se quedan en veleidades  repitiendo temas tradicionales y  enfoques espirituales sin  verdaderas programaciones de acciones ni evaluaciones precisas.

Las  habilidades pastorales del clero en función  son deficientes en cuanto a planificación pastoral (hay excepciones). En los seminarios no tienen la preparación conveniente  ni para la predica, ni para la catequesis y menos para la pastoral. La teología pastoral es tanto más importante que la teología dogmática y el derecho canónico. Actualmente los sacerdotes son en su mayoría mayores de edad,  no  tuvieron  en su vida  perfeccionamientos adecuados. Como funcionarios consagrados  de la Institución se prestan para cualquier puesto que les asignan y entienden  cumplir en prioridad  y autoridad la sacramentalización tradicional.  Por el contrario en la cultura actual, la especialización es de rigor en todas las actividades.

¿Porque el ministerio sacerdotal no logró el mismo esfuerzo de especialización?  Sin detallar más  las causas de esta deficiencia, hay urgencia de  llamar a laicos despiertos para diseñar atrevidamente planteamientos de progresos comunitarios Los  verdaderos cambios no se podrán realizar sin el asesoramiento y  el apoyo de expertos  en psicología,  en sociología y en ciencias humanas. Existen  potencialidades  en las comunidades y en las diócesis que pueden ser activadas. No se trata de imponer estrategias y acciones autoritariamente sino de liberar las capacidades de las comunidades por una vivencia más democrática. Los desafíos pastorales serán de actualizar las  catequesis, las liturgias, la solidaridad, las espiritualidades, las devociones…En definitiva, uno de los mejores aportes  de esta  crisis de la Iglesia chilena es la necesidad imperiosa de emanciparse de autoridades incompetentes.

La tarea es grande sobre todo  por las resistencias que se deberán vencer. Pero es de esperar que  surgirán comunidades evangelizadoras que podrán anunciar buenas noticias que nos harán olvidar los sinsabores de estos últimos tiempos.

Los que se sienten aproblemados y desalentados  frente a la situación eclesial de crisis, se les aconseja leer la historia  del profeta Elías en  I Reyes 19,ss . Dios planificaba todo  para levantar su pueblo. Sabía alentar a su profeta, reanimarlo y llevarlo a cumplir su misión.

Paul Buchet

Consejo Editorial de Revista “Reflexión y Liberación”

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