Un Obispo emérito
En medio de un invierno nevado, llagaron a Osorno, los enviados papales, Monseñor Charles Scicluna, y el Padre Jordi Bertomeu, poniendo término a la lucha de la comunidad de Osorno. Una lucha empoderada, y porque no decirlo, conciliar, al entenderse por ello, la alusión a un concilio conmovedor y nunca definitivamente desarrollado, como lo es el Concilio Vaticano II, y la participación del laicado, como un camino determinante de hacer iglesia. Una lucha de no aceptación del Obispo Juan Barros, como ferviente seguidor del Abusador Fernando Karadima.
En el día de hoy, antes de la llegada de sus enviados, el Papa Francisco ha aceptado la renuncia de tres obispos, entre los que al menos dos, llevarían en sí el peso de encubrimiento o abuso de poder, de conciencia, o sexual, de quienes se acercaran a ellos a través de su ejercicio en la fe.
En relación a esta realidad, la comunidad nacional contará con tres nuevos obispos eméritos, y es a partir de esta, y de las acusaciones por todos conocida, es que me resulta importante respondernos algunas interrogantes, respecto de la calidad con que desarrollaran sus actividades en calidad de eméritos los obispos Barros y Duarte.
No es menor que la comunidad de Osorno, en su inclaudicable lucha por tener al frente de su diócesis a un fiel seguidor de los pasos del obispo Valdés Subercasseaux, luchara por no tener al frente a un obispo que tuvo cercanía con Karadima y los delesnables abusos sexuales que cometió en forma reiterada.
Entonces cabe la pregunta, cómo un seguidor de este podrá contar con la calidad de emérito, viéndose implicado según lo han relatado las víctimas, en los hechos acaecidos en la comunidad de El bosque? Pensando que en esta calidad, no se mantendrá al margen de su ejercicio espiritual.
Cómo será que Duarte, participara del cese de sus obligaciones por edad, teniendo a su haber, acusaciones que al parecer podrían haber sido encubiertas, ya que al menos dos de sus víctimas, sentaron precedente de estos abusos, en el arzobispado, la nunciatura y ante el obispo encargado de la comisión contra el abuso y acompañamiento de estas?
Qué castigo podría caer bajo Barros y Duarte? Dado que la denuncia de sus actos de parte de sus víctimas, les han valido dejar de ser obispos activos y parte de la Conferencia episcopal de Chile.
Todo lo anterior tiene relación a que nadie quisiera que estos obispos quedaran impunes de los actos de los que se les acusan, aun cuando en Chile se goce en la actualidad de la prescriptibilidad respecto de los hechos a los que hago alusión.
La opinión mayoritaria, ante este destape que afecta a parte del clero nacional, exige justicia, porque han sido uno tras otros los actos que han estremecido el acontecer nacional, llegando al de la diócesis de Rancagua, como el más preocupante debido al número de sacerdotes posiblemente implicados en este. Pensando en su formación sacerdotal y bajo que obispos estos se formaron.
Si bien es cierto, la opinión pública pide la remoción de gran parte de los obispos, no es menos cierto que esta pasa por la siempre necesaria búsqueda de la verdad, y porque ninguno abandone su cargo sin dar cuenta de la responsabilidad que a cada cual involucra en estos hechos.
Ser fiel hoy a la iglesia es colaborar en la incansable búsqueda de la verdad, porque en Cristo se encarnan las víctimas, esas víctimas separadas del rebaño de un Dios, al que algunos buscan por creer que comprende estas distorsiones enfermizas, que se alejan de lo que en verdad el representa. Hoy el ser cristiano está en el permanente recuerdo de quienes como Iglesia nos hacen herederos de una opción clara por los pobres y olvidados de esta sociedad, y por los abusados, y su clamor, que llega a nuestros oídos interpelándonos, porque en su búsqueda reside nuestra fidelidad al evangelio.
Raquel Sepúlveda Silva
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