Un pensamiento cristiano por marcha por educación no sexista
Un Pensamiento Cristiano ante los Sucesos de la Marcha por una Educación No Sexista.
El miércoles 16 de mayo fue la marcha por una educación no sexista, y acontecieron varios hechos que dejó perplejo y causó una enorme cantidad de reacciones por parte de diversas personas; estudiantes de la UC, feministas cristianas, sacerdotes, monjas, laicos, etc. Se puso un sostén a una estatua de un sacerdote en el frontis de Casa Central de la católica, militantes feministas se disfrazaron de monjas con faldas cortas, pancartas que llamaban a maría a abortar, etc.
Por esto es que se hace necesario entre tantos comentarios de indignaciones, rabia y descalificaciones que escribamos con seriedad sobre estos asuntos, para entender la posición cristiana y la reacción que nos corresponde. Ante los hechos cabe mencionar en primera parte porque no hay que sentirse excluidos de la lucha por la emancipación de las personas que representa el feminismo, de que nosotras y nosotros tenemos un deber moral detrás de nosotros para colaborar con esta lucha.
¿Por qué las y los cristianos deben actuar en el feminismo? Por el simple hecho que ante la nueva alianza entre Dios y todos los pueblos, ante la venida de nuestro mesías Jesucristo en la carne de los humildes y la nueva relación entre Dios y la mujer, totalmente distante al antiguo testamento, las y los cristianos pueden sentirse libres de adherir al feminismo, como sentir dentro del fuego del espíritu santo la obligación de unirse en la lucha o colaborar. Tenemos al primer Dios ateo (Mateo 27,46; Marcos 15,34) que se negó a sí mismo, que negó su omnipresencia sobre nuestros destinos y nos regaló parte de sí mismo para que habitara en el mismo pueblo (Juan 14:16-17), el Espíritu Santo, y es así fácil comprender que está en nuestra acción la construcción de los reinos de los cielos y traer la promesa del discurso de María a la realidad: “Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos” (Lucas 1:52-53), que es en todos los sentidos, vale decir superar toda dominación y ello incluye la dominación patriarcal y todas sus lógicas que reprimen a las mujeres y hombres.
Ser Buena Nueva, ser un discípulo de Cristo es imitarlo en todas las cosas (Juan 2:6) y ello que significa, recordemos que hizo Jesús: le contó a una mujer samaritana que era el mesías y le dijo que era su igual (Juan 4:7-9,25-26), a una mujer con flujo la tocó y le dijo q no tenía de que avergonzarse que era natural, que Dios la amaba (Mateo 9:22), y finalmente se apareció a las mujeres y les dijo discípulas, y que esparcieran la noticia de su resurrección (Mateo 28: 1,5-10). Es obvia la obligación moral que todas y todos tenemos como cristianos con el feminismo, como Jesús rompió con la ley de Moisés, como Jesús ignoro Deuteronomio y el libro de los Reyes, debemos ignorar el discurso de odio de los fariseos de hoy, de los Opus Dei, de los Evangélicos de derecha y del arzobispado, de todas las autoridades, hay que atreverse a ser rebelde y revolucionario como Jesucristo.
Ya pensado de forma rápida porque somos parte y estamos obligadas y obligados a ser parte de esta lucha cabe preguntarnos ¿realmente nos sentimos parte? En especial tras tantas agresiones a diversas sensibilidades de las distintas iglesias, comunidades e individualidades dentro de quienes se autodenominan cristianos. La respuesta tiene dos partes, la primera es sobre la idolatría, a comprender que no adoramos símbolos o estatuas (que sean quemadas, pues nuestra fe no tiene ataduras a aquello), mientras la segunda es sobre la misericordia y la humildad.
La idolatría, tal como es entendida transversalmente por los teólogos, dice relación con comprensiones sobre Dios que se alejan de la idea misma de Dios. O dicho de otro modo, es el decir que Dios es “X”, obviando el hecho de que no podemos conocerlo directamente. Parte de la teología advierte que el peligro de la idolatría surge cuando desarrollamos ideas positivas sobre Dios: “Dios es esto o aquello”. Y su condena es clara y consistente en toda la tradición judeo-cristiana, desde el antiguo testamento (el “becerro de oro”), hasta el rechazo a la idolatría en el Catecismo de la Iglesia Católica. Esto es traspasable a los santos y cualquier simbología, lo sagrado no está en una estatua o un logo, lo sagrado está en las acciones y en el corazón de quienes son y reparten la Buena Nueva.
Cualquier cristiana o cristiano tiene el deber de rechazar a esta comprensión idolátrica, y no debería bajo ningún motivo sentir su fe remecida, sentir miedo o sentirse agredido ante los actos, que a pesar de ser repudiables en muchos sentidos, no pueden causarnos incomodidad o decepción. El que viene a amar viene a morir, no a vivir en la comodidad y en la seguridad, venimos a entregarnos con todo al prójimo. Y si este en su sufrimiento y rabia destruye símbolos o los daña debemos tener claro que no nos debe ofender, mucho menos debe hacernos sentir mal.
Posterior a ello es que debemos recordar al Dios del amor, el dios de Cristo, el dios del Espíritu encarnado en la comunidad. Nuestras hermanas y hermanos, todos quienes conformamos la enorme comunidad política del reino de los cielos, la humanidad entera, somos hijos de Dios. No importa cuánto nos desviemos y erremos, mientras tengamos un sentido honesto y un espíritu libertador, no importa si las compañeras feministas cometen ofensas o daños a el centro de nuestra espiritualidad, pues debemos comprender que su lucha es parte del devenir del reino de los cielos, y de equivocarse Dios perdona. En cambio a quienes traicionan a la comunidad, quienes afrentan al pobre y a los más humildes, quienes perpetúan al capitalismo y al patriarcado, no tienen ese perdón de Dios –a menos que se arrepientan y actúen distinto-, estos son los que sin dañar nuestros símbolos o nuestra centralidad religiosa nos amargan y dañan más a Jesucristo obrero y campesino, hermano por el don de la carne.
Oféndanse hermanas y hermanos por la traición y la mentira de quienes se llaman cristianos, de quienes son pastores y niegan la comunión y la iglesia, quienes acusan y torturan a Jesucristo vivo en las y los inocentes. No se ofendan ante los actos equivocados y erróneos del prójimo que quiere ser libre.
Alonso Ignacio Salinas García.
Coordinador Coordinación Nacional de Juventudes de la Izquierda Cristiana
Columnista de “Reflexión y Liberación” y “Redes Cristianas”
Estudiante de Derecho PUC.