Una nueva forma de peregrinar como Laicado
Luego de la visita de los tres denunciantes de abuso sexual por parte de Fernando Karadima, ex párroco de la iglesia de El Bosque, a la Santa Sede, siendo estos invitados por el Papa Francisco, resulta necesario plantearse un nuevo caminar dentro de esta Iglesia que nos es tan querida. Hablamos de la misma con que dejamos de caminar frente a hechos que tras crear desconcierto nos produjeron vergüenza, horror y desencanto.
La búsqueda de la verdad tan tenaz, por tantos años, como también la soledad vivida a través de esta experiencia de la que no eran culpables sino víctimas, nos lleva a esperar determinados signos por parte de Francisco que señalarán claramente el camino por el que los laicos debemos optar. Todo esto ante una realidad social, que ya hace mucho tiempo dejó de ver a los consagrados como seres superiores incapaces de delinquir, como de pecar, frente a los hechos que se sucedían.
El Santo Padre ya ha enviado mensajes claros ante los que podemos tener un atisbo respecto de lo que pudiese suceder cuando la Conferencia episcopal se reúna con él, buscando con estos materializar de manera concreta este sentido perdón que solicita a Juan Carlos Cruz, James Hamilton, y José Andrés Murillo.
Quisiera sentir cercana la salida de Barros, Koljatic, y Arteaga de cargos en la Iglesia en Chile. De Scapolo en su calidad de Nuncio. Como también de aquellos malos comunicadores que distorsionaron una realidad que se vivía en el país y que sin duda entorpeció la visita del Papa a Chile. Me refiero a Ezzatti y en especial a Errázuriz.
Una Conferencia Episcopal que finalmente promueva orientaciones que nos sean estremecedoras y marquen un rumbo renovado de esta iglesia que no por nada perdía seguidores. Será aquella que en este nuevo caminar proclame la transparencia como una de sus mejores opciones, así como también una búsqueda permanente de verdad y de justicia frente a estos hechos que han tenido tantas víctimas que han partido ante la impunidad de sus hechores. Sería Importante que la Iglesia se sumara a este llamado de que los abusos sexuales no pueden ser nunca más prescriptibles, por respeto a sus víctimas y a la marca de por vida que estos dejan, pero por sobre todo, porque son un delito. La Iglesia debe sumarse a este llamado de justicia, y la justicia debe pedir una pena para cada uno de estos actos.
El pueblo de Dios debe reconocerse nuevamente en el actuar de sus pastores, y no alegrarse de manera inesperada por algún sacerdote que expresó con claridad y de manera firme su postura frente a una realidad que aqueja a algunos y que a muchos nos interpela en lo cotidiano de nuestra de fe. Debemos tener en el corazón esa cálida compañía de las palabras del Cardenal Silva Henríquez, de Monseñor Alvear, entre muchos otros, y que nos dejaron como legado que los pastores sufren con su pueblo y que el desafío del evangelio es capaz de congregarnos ante la Cruz del madero.
Antes de finalizar esta humilde reflexión, quisiera agradecer la actitud con que el laicado de Osorno ilumina el que será nuestro actuar, donde las comunidades se revitalicen frente a una Iglesia que emerge con una nueva mirada frente a hechos que nos conmueven como sociedad y como comunidad. Ahora sólo hay que iniciar un nuevo peregrinaje, desde donde Cristo será siempre nuestro centro.
Raquel Sepúlveda Silva