Día de la tierra, día del hombre
El Papa Francisco nos ha ofrecido una extraordinaria Encíclica, la LAUDATO SI (Alabado seas mi Señor por nuestra madre Tierra), sobre el cuidado de la Tierra, a la que él llama la Casa Común, aludiendo al Cántico de las Criaturas de san Francisco de Asís. Esta Encíclica aborda de manera sistemática e integral el gran problema del deterioro de la naturaleza y del hombre al mismo tiempo, como algo interconectado e inseparable.
Por lo que hasta ahora sabemos, el planeta Tierra es, con muchísima diferencia, el más bonito, maravilloso y extraordinario de cuantos conocemos, sin posible comparación con ningún otro. Su evolución a través de muchos millones de años, y de un enorme y prolongado esfuerzo, fue capaz de producir la inteligencia, llegar a la hominización, dar origen al ser humano. Por eso el hombre es el pensamiento consciente de la Tierra. El ser humano es la misma Tierra en su expresión de conciencia, libertad y amor. La Tierra y la mujer son el vientre del ser humano.
Por eso, nuestra primera actitud hacia ella, como hacia la mujer, debe ser de gran respeto, asombro, admiración y alabanza, así como de agradecimiento, amor y cuidado.
Hoy sabemos que todas las criaturas tienen su valor y su belleza intrínsecos. Sabemos que todo está interconectado y todo tiene su sentido. Todas ellas tienen mil motivos para ser respetadas, cuidadas, cultivadas y admiradas. Todas ellas nos conducen a preguntarnos por su origen, pues llevan la firma de su Creador (Romanos 1,20).
Hoy tenemos más claro que nunca que los recursos de la Tierra son limitados y que el hombre depende de la Tierra, pero no la Tierra del hombre, pues ella puede sostenerse y desarrollarse por sí misma, sin el hombre, como lo hizo durante millones de años. Por tanto, para cuidar al hombre es imprescindible cuidar la Tierra.
Partiendo de estos criterios básicos, la Encíclica aborda en primer lugar la tragedia de lo que está pasando en Nuestra Casa Común, la Tierra, sobre todo desde hace unos 200 años con el comienzo de la era industrial:
-Hemos partido del supuesto de que sus recursos eran ilimitados por lo que hicimos uso y abuso irresponsable de sus bienes: nos consideramos con derecho a explotarla y dominarla sin límite.
-Con la contaminación de todo tipo, especialmente Dióxido de Carbono (CO2), Metano (CH4) y Oxido Nitroso (N2O), estamos dañando el suelo, el aire, el agua y los seres vivos.
-Con la deforestación (25.750 Has. por día, más de 9 millones por año), estamos eliminando el área boscosa del planeta, fuente del oxígeno que respiramos, reducimos la biodiversidad genética y aceleramos la desaparición de especies (150 por día, según la ONU).
-Con la manipulación genética estamos modificando el ADN de muchos seres vivos, sin saber a dónde nos puede llevar este proceso.
Este deterioro y empobrecimiento global del planeta afecta especialmente a los más pobres, pues es en sus países donde más lo estamos explotando y dañando, de tal manera que la Madre Tierra es ya un pobre más entre los empobrecidos del mundo. El espolio que los países más ricos con sus multinacionales, están haciendo de Africa es un enorme crimen contra los habitantes del continente más rico del planeta en MM.PP., pues tiene un tercio de todos los minerales del mundo, pero lleno de pobres por todas partes, que está obligando a millones a emigrar hacia campos de refugiados, o hacia países extranjeros que no los quieren recibir como la UE. Occidente y otros países como China e India, quieren bien abiertas las puertas de Africa para entrar expoliar minerales y tierras para monocultivos, pero mantenerlas bien cerradas para que no pueden salir.
La Encíclica se fija especialmente en los siguientes hechos más graves:
-la contaminación que produce millones de muertes prematuras, especialmente de los más pobres.
-la acumulación de desechos, muchos no biodegradables, y el no reciclado de los biodegradables, como el papel, por lo que la Tierra y el mar son, cada vez más, un depósito de basura (isla de plástico en el Pacífico).
-el calentamiento del sistema climático por aumento de los gases de efecto invernadero, aumento del nivel del mar (la 4ª parte de la población mundial vive junto a él o muy cerca), eventos meteorológicos extremos (deslaves, terremotos, inundaciones extremas), disminución del agua potable y su calidad (el oro azul del futuro, con tendencia a su privatización lo que puede originar grandes conflictos sociales con guerras por el control del agua), el trágico aumento de migrantes huyendo de situaciones adversas.
-pérdida de biodiversidad: cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales para siempre, tanto en el mar como en los continentes, que ya no podremos conocer ni utilizar para la alimentación, la curación de enfermedades, avances científicos, obtención de nuevos productos, etc.
-deterioro de la calidad de vida por el crecimiento desmedido y desordenado de las ciudades que las hace insalubres, donde vivimos rodeados de cemento, asfalto, vidrios, metales, privados de luz natural y de naturaleza, sobre todo los más pobres con muy mala calidad de vivienda o casi nula (chabolas, chozas, champitas, etc.); así como las áreas industriales cercanas o metidas en las mismas ciudades con la consiguiente contaminación aérea, acústica, densidad de tráfico, etc.; el deterioro del clima social con el narcotráfico, las drogas, las dependencias, la pérdida de identidad, la delincuencia, los consiguientes internamientos carcelarios, el desasosiego personal, la inestabilidad laboral, la violencia de género.
-la inequidad y desigualdad planetarias, o la asimetría Norte-Sur fruto de la injusticias que los países del Norte cometen con los países del Sur, que siendo los más ricos en materias primas explotadas por los del Norte, albergan a la mayor parte de los más pobres de la tierra, unos 850 millones de personas, que carecen de lo más necesario para vivir y no tienen acceso a los derechos humanos más elementales: alimentación (se desperdician al año 1.400.000 Tn. de alimentos), agua, vestido (se desperdician al año 1.500.000 toneladas de ropa: la industria textil es de las más contaminantes), vivienda, educación, salud, electricidad, formación profesional, etc., porque allí es donde los países ricos más explotan la Tierra, como en las minas de coltán (Congo, Ruanda…) y oro (Guatemala, por Montana Explotadora), y más aun se explota y perjudica y se abusa de los seres humanos que allí viven.
La Encíclica se fija en la debilidad de la reacción ante estas situaciones, porque no escuchamos el gemido angustioso de la Hermana Tierra unido al gemido de los empobrecidos y abandonados del mundo. Nunca hemos lastimado y maltratado tan mal a la Madre Tierra como en los últimos dos siglos. Esa debilidad de reacción se demuestra en el sometimiento de la política internacional y nacional a la tecnología y a las finanzas que se hizo patente en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre el medio ambiente. El interés económico particular y sobre todo de las grandes corporaciones multinacionales, junto con la corrupción que las acompaña, prevalecen siempre sobre el bien común. Aunque crece en la población la sensibilidad ecológica integral, sin embargo el poder económico-político del neoliberalismo capitalista impone sus intereses comerciales por encima de todo, incluso acudiendo al comercio de armas y a las guerras, las cuales producen daños muy graves a las personas y al medio ambiente. Hasta la cadena de Tv de la Conferencia Episcopal Española vino a justificar hace pocos días la venta de cinco corbetas a la marina real de Arabia Saudita por un importe de 2000 millones de €.
La Encíclica se fija en el Evangelio de la Creación: es necesario sanar todo lo que hemos dañado y destruido, por lo que ninguna rama de la ciencia, ninguna sabiduría, ninguna filosofía, ninguna religión, pueden dejar de lado este grave problema. Todos debemos buscar juntos caminos de liberación: creyentes, agnósticos, ateos, porque todo se basa en la inmensa dignidad y el valor de la persona humana y de toda criatura. Los creyentes tenemos como mandato el guardar y cultivar la tierra, con opción preferencial por los empobrecidos, en la lucha contra el mal donde quiera que se dé, en la prioridad del ser sobre el tener, en los grandes valores sobre los que se sustenta el mensaje bíblico y evangélico: la justicia, la igualdad, la solidaridad, la fraternidad universal, el amor a todos y a toda la creación.
A los cristianos nos interpela ser los primeros en luchar por la liberación, el crecimiento, la plenitud, el desarrollo integral de todos y de toda criatura.
Por lo tanto, todos y todo tenemos los mismos derechos inviolables, no hay nadie superior a nadie, nadie nace con más derechos que nadie. Nadie tiene derecho a usar y menos abusar injustamente de nadie ni de nada; y por tanto todo mal trato, todo ensañamiento con toda criatura es contrario a la dignidad de cada ser vivo, como hacer sufrir a los animales para disfrute personal, como los toros o la caza por diversión, como el hijo de Trump cazando cabras monteses hace unos días en Teruel.
El control económico del mundo cada día que pasa está en menos manos cada vez más poderosas, sobre todo la alimentación, en manos de unas pocas pero enormes corporaciones multinacionales que producen mucha comida pero insana y adulterada química o genéticamente. Es necesario no marginar a millones de pequeños agricultores, que producen alimentos naturales, ecológicos, sanos y nutritivos. Es necesario limitar los experimentos con animales y especies y controlar los OGMs, no solo por la incidencia que pueden tener en el orden genético que desconocemos y reducen la biodiversidad genética, sino porque de hecho están en manos de multinacionales que con sus patentes mundiales no solo los monopolizan a ellos, sino también los tratamientos, los fertilizantes y los manejos que necesitan, así como la concentración de las tierras más productivas en manos de unos pocos, cuyos ancestrales cultivadores pasan a ser trabajadores precarios de esas multinacionales, cuando no expulsados de ellas, como los indígenas de América o nos nativos de Africa.
Unas líneas de actuación:
-Es indispensable un consenso mundial que lleve a programar una agricultura sostenible y diversificada, a desarrollar formas renovables y poco contaminantes de energía, a fomentar una mayor eficiencia energética, a promover una gestión más adecuada de los recursos forestales y marinos, a asegurar a todos el acceso al agua potable.
-Es necesaria decisión política para poner en práctica, mediante la cooperación internacional los contenidos de la Declaración de Estocolmo (1992), de la Convención de Viena (1985), la Conferencia de las Naciones Unidas de Río de Janeiro (2012), y otras Convenciones Internacionales.
-Son necesarias medidas estrictas y de obligado cumplimiento en cuanto a la emisión de gases de efecto invernadero, sobre todo de aquellos países que más contaminan, sin ampararse en la compraventa de bonos de carbono.
-El creciente problema de los residuos marinos y la protección de las áreas marinas más allá de las fronteras nacionales continúa planteando un desafío especial, y exige severos mecanismos internacionales de reglamentación, control y sanción.
-Es necesaria una verdadera autoridad política mundial para gobernar la economía mundial y defender los intereses globales.
-Son funciones impostergables de cada Estado planificar, coordinar, vigilar y sancionar dentro de su propio territorio todo aquello que afecte al medioambiente. Los límites que debe imponer una sociedad sana, madura y soberana se asocian con: previsión y precaución, regulaciones adecuadas, vigilancia de la aplicación de las normas, control de la corrupción, acciones de control operativo sobre los efectos emergentes no deseados de los procesos productivos, e intervención oportuna ante riesgos inciertos o potenciales.
-Desarrollar cooperativas para la explotación de energías renovables que permiten el autoabastecimiento local e incluso la venta de excedentes.
-Promover una agricultura diversificada con rotación de cultivos.
-Los estudios de impacto ambiental deber preceder siempre a la ejecución de los proyectos, en cuya discusión deben ser especialmente tenidos en cuenta los habitantes locales.
-La política y la economía han de planificarse siempre al servicio de la vida, no del dinero. No se puede justificar una economía sin política, la cual dejaría las manos libres incluso para la criminalidad organizada, la trata de personas, el narcotráfico, la violencia, etc.
-Los países desarrollados han de optar por un decrecimiento tal que no les mermita consumir más de lo necesario, y por tanto favorecer una sana sobriedad a favor de si mismos y los más empobrecidos.
-Apostando por otro estilo de vida, lejos del consumismo promovido por el poder económico-financiero, que nos manipula y quita la libertad excepto para consumir, y nos vacía el corazón de otros valores para que solo necesitemos y busquemos objetos para comprar, poseer y consumir.
-El dueño del mercado debe ser el consumidor, de tal manera que le imponga al productor lo que él quiere consumir. Ahora los grandes productores controlan el mercado, pero debe ser al revés, que sea el mercado quien controle a los productores.
-Es necesario el equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos y el espiritual con Dios como sentido último de todos y de todo. No basta con tener información ecológica, necesitamos hábitos ecológicos y ser ciudadanía ecológica. Esto tiene que traducirse en compromisos concretos: evitar el plástico, reducir el uso de papel, ahorrar agua y usar la el grifo (más segura y ecológica que la embotellada), separar los residuos, cocinar solo lo que se va a consumir, no desperdiciar la más mínima comida, no comprar más ropa que la verdaderamente necesaria y usarla hasta que esté gastada, tratar con cuidado y amabilidad a todos los seres vivos, usar el transporte público, compartir el coche, plantar árboles, cuidar con especial esmero a la abejas (les debemos por lo menos el 30 % de lo que comemos), apagar las luces innecesarias, optar por las energías renovables, conducir ecológicamente moderando la velocidad y el consumo de combustible, reutilizar lo más posible, no cambiar de coche hasta que esté gastado, guardar el orden para que el orden nos guarde a nosotros. Todos estos hábitos y actitudes deben enseñarse a los niños desde la infancia porque quien siembra en un niño siembra para siempre. Por tanto, todo esto debe formar también parte del contenido escolar.
-Para los creyentes todo esto es doblemente interpelador: si Dios cuida de los pájaros y de los lirios del campo, mucho más debemos hacerlo los creyentes en El. Quien no ama a los animales y a las plantas, tampoco ama a los demás y menos a Dios, porque cada criatura refleja algo de Dios y tiene un gran mensaje que enseñarnos. Una sublime fraternidad con todo lo creado tiene que estar presente en cada momento en nuestras vidas y pedir perdón cada vez que sin motivo causamos daño a cualquier criatura.
Tomemos ejemplo de los antiguos mayas: para nosotros un árbol es simplemente un ser que nos da madera o fruto, pero para los mayas el árbol no es tan solo un trozo de madera, una tabla o una viga del tejado: es un ser con muchos brazos (ramas), miles de lenguas (hojas), duerme en el invierno, sonríe en la primavera, es madre generosa en el verano y se recoge a meditar en la intimidad del otoño. Es Dios que vive dentro de él, porque todo en él es vivificado por Dios.
-El Cosmos, nuestra madre tierra, son el altar del mundo de los cuales Jesús, por María, construyó su propio cuerpo, su propia naturaleza humana. Por eso para los creyentes el mundo es sagrado, es divino, es santo, del cual los seres humanos somos piedras vivas a los que Jesús vino para que tengamos vida y vida más que abundante. Es por eso que el Universo entero participará con nosotros en la plenitud definitiva, sin fin, en la fiesta eterna del Reino de Dios.
-Nos compete a los cristianos, los primeros, desarrollar la dimensión política del amor fraterno, comprometiéndonos en actividades que tienen como objetivo organizar la sociedad de tal forma que todos colaboremos al bien común y este compromiso se contagie de tal manera que impregne a toda la sociedad.
Aún más allá de un compromiso ético insobornable (que ya no sería poco), hace falta una espiritualidad y una mística que abarquen al hombre todo entero, que lleguen a las convicciones más profundas de la persona, para que su religación comprometedora con todos y con todo vaya más allá de la ley, de la norma, de la conveniencia, que den fuerza y entusiasmo interior en lo más íntimo de nosotros mismos para encontrar el sentido último de nuestra vida y del universo, que sustenten nuestra esperanza más allá de toda crisis, incluida la de nuestro prematuro fracaso humano, e incluso superadora de una eventual catástrofe de todo el sistema Tierra, que siempre encontrará en si misma fuerza impulsora para seguir adelante, y en todo caso también estará Dios como el origen de la Cosmogénesis para llevarlo a la meta definitiva de la plenitud.
Nota especial: “Dejen las bolsas de plástico en el avión”. Si viajamos a Ruanda, Mauritania, Uganda, Gabón, Kenia, Etiopía o Senegal, olvidémonos de intentar entrar con plásticos, pues están prohibidos. En Ruanda lo hemos comprobado recientemente.
En España y la mayoría de los países europeos hemos cometido la ridiculez de poner un precio irrisorio ( 2 ó 3 céntimos) a las bolsas para disuadir de su con sumo. Tomemos ejemplo de esos países africanos, algunos de los cuales hicieron un esfuerzo gigantesco para plantar muchos millones de árboles.
Un cordial saludo al Hombre y a la Madre Tierra.
P. Faustino Vilabrille Linares
A s t u r i a s