Diciembre 22, 2024

Entre Medellín y Francisco: 50 años de una Iglesia profética

 Entre Medellín y Francisco: 50 años de una Iglesia profética

Estamos a pocos días de recibir al Papa Francisco en Chile.

Su presencia en medio de nosotros nos encuentra en medio de una crisis institucional, de un momento donde la credibilidad hacia la Iglesia desciende numéricamente, pero donde también las comunidades eclesiales de base mantienen la promesa del Dios de Jesús. Y, a nivel latinoamericano, la figura particular de Francisco nos encuentra al comienzo de los 50 años de la profética II Conferencia de Medellín. Fue hace cincuenta años cuando los Obispos del continente, impactados fuertemente por el acontecimiento del Vaticano II decidieron leer las orientaciones del Concilio a la luz de la realidad latinoamericana. Se leía para juzgar y para actuar. Por ello Medellín llevó por título La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio. Los padres sinodales supieron comprender cómo la voz del Espíritu resonaba fuerte en medio de la realidad continental (Cf. Ap 3,11). Y eso es, ante todo, un ejercicio de profecía.

Gustavo Gutiérrez, fuerte inspirador de la II Conferencia y verdadero padre de la Iglesia latinoamericana, sostiene a propósito de este ejercicio de sabiduría profética, que la teología debe ser una reflexión crítica sobre la praxis histórica de las comunidades eclesiales que trabajan por la transformación-humanización del ser humano. Y que “la teología considerada de este modo, es decir, en su ligazón con la praxis, cumple una función profética en tanto que hace una lectura de los acontecimientos históricos con la intención de desvelar y proclamar su sentido profundo”[1]. En Medellín se realizó un ejercicio eclesial de discernimiento de los signos de los tiempos, es decir, de auscultar, escuchar, ver, comprender, experimentar cómo y dónde acontecía la acción del Espíritu (Cf. GS 4.11.44).

Este trabajo eclesial es también un ejercicio pedagógico, antropológico, social y ecológico. Por ello Medellín invita a realizar una “pedagogía del discernimiento de los signos de los tiempos en la trama de los acontecimientos” (Medellín 10,13). Y este ejercicio debe ser comunitario. No leemos la realidad de manera individual. Nuestra lectura del mundo – usando la terminología pedagógica de Paulo Freire, otro de los inspiradores de Medellín – debe realizarse en comunión. Y sobre todo es un ejercicio que considera el relato de vida de las comunidades. No hacemos teología – o educación – al margen de la narrativa de los otros. Es por ello que el mismo Freire aconseja tener en consideración, pero en real consideración, ese testimonio. Y ello es también un ejercicio profético. Dice Freire: “en mis relaciones político-pedagógicas con los grupos populares de ninguna manera puedo menoscabar su conocimiento de la experiencia, su explicación del mundo, de la que forma parte la comprensión de su propia presencia en el mundo. Y todo eso viene explicitado, o sugerido u oculto, en lo que llamo ‘lectura del mundo’”[2]. Cada comunidad tiene su manera particular de hacer experiencia de Dios. Y por ello el ejercicio profético, que es ante todo motivación del Espíritu de Jesús, no asume la homogeneidad como clave fundamental. El Espíritu es creatividad, es libertad, unidad en la diferencia.

Y Francisco se ha puesto en la línea del Concilio y de Medellín. Francisco no participó directamente del Concilio. Él ha recepcionado – palabra teológica clave – creativamente lo que ha significado la renovación eclesial, no en la doctrina, no en el fondo, sino que en la forma y en la praxis de la evangelización. Francisco es el Papa que este tiempo necesitaba y está actualizando el mensaje del Evangelio y contagiándonos con su alegría que, como dice San Pablo, es fruto del Espíritu (Cf. Gal 5,22-23). Hay una praxis profética en la vida y palabra del Obispo de Roma en cuanto es capaz de anunciar la Palabra de Dios y denunciar críticamente aquello que va en contra de la dignidad humana: daño ecológico, cultura del descarte, relativismo, clericalismo. Y, como a todo profeta, y como con Jesús, Francisco encuentra fuertes detractores que impiden que el Espíritu de Dios sople en medio de las comunidades creyentes. Y ese viento está soplando desde el Sur.

Francisco asume la profecía de la misericordia y se mueve en la clave de la revolución de la ternura que provocó la Encarnación. Su vida está cristocéntricamente fundada. Es por ello que el Obispo Luis Infanti de Aysen recuerda que “desde el Evangelio y el estilo de Jesús, el Papa Francisco está promoviendo un fecundo y profético diálogo con la cultura de este tiempo histórico de la humanidad (…) un mensaje que plantea con valentía y claridad la dimensión política de la fe. Una fe vital y evangélicamente revolucionaria. Un mensaje para meditar, orar, difundir y vivir con pasión y entusiasmo”[3].

Este mensaje revolucionario, acorde a los signos de los tiempos, merece, como veníamos sosteniendo, la práctica del sensus fidei, de tener un oído en medio del Pueblo de Dios para escuchar cómo Dios nos habla. Francisco realiza este ejercicio eclesial y, con él, se ha puesto en la línea de Medellín, del Magisterio universal y latinoamericano reciente, y de la teología de nuestro pueblo, sobre todo la teología de la liberación y, principalmente, la llamada teología del pueblo nacida en Argentina con Lucio Gera.

Y porque cree en la relevancia de la comunidad cristiana, Francisco, en su reciente discurso a los miembros de la Asociación teológica italiana (29/12/2017) sostiene: “Se necesita una teología que esté formada por cristianas y cristianos que no piensen sólo en hablar entre ellos mismos, sino que sepan estar al servicio de las diversas Iglesias y de la Iglesia”[4]. Y por ello agrega: “Teología es también ser teólogos en la Iglesia. Lo diré con una palabra no teológica, el olfato de la fe”. Este olfato de la fe es el instinto profético que nace gracias a la acción del Espíritu. No hay auténtica reflexión creyente sino es en sentido eclesial. Esto, en definitiva, es ser y actuar como Iglesia profética. Esta es la senda que abrió Medellín y que hoy, cincuenta años después y con Francisco animando a la Iglesia, hemos de recepcionar creativa, fecunda y evangélicamente.

Estos días de preparación a la vista de pastoral de Francisco deberían ser un tiempo de ejercicio profético y de encuentro eclesial que celebra la fe animados por el Pastor Universal. Sólo desde un sentido de vivencia auténtica del Evangelio, siempre en Iglesia, nunca de manera aislada, los creyentes en el Dios de Jesús podremos lograr lo que Medellín y Francisco proclaman con fuerza: la humanización de todos los hombres.

[1] Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas (CEP, Lima 2014), 83.

[2] Paulo Freire, Pedagogía de la indignación (Siglo XXI Editores, Buenos Aires 2012), 104.

[3] Luis Infanti de la Mora, “Presentación: una fe revolucionaria por los derechos sagrados”, en Este sistema económico atenta contra el proyecto de Jesús. Discurso del Papa Francisco a los Movimientos Populares de Santa Cruz (Copygraph, Santiago de Chile 2015), 7-9.

[4] http://www.periodistadigital.com/religion/vaticano/2017/12/29/francisco-a-los-teologos-asuman-tambien-la-tarea-de-repensar-la-iglesia-para-que-sea-conforme-al-evangelio-religion-iglesia-vaticano.shtml [Recuperado el 08 de Enero 2017].

Juan Pablo Espinosa Arce  /  Teólogo

www.reflexionyliberacion.cl

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