No tengan miedo de soñar con una Iglesia pobre
Quisiera, de forma breve, proponerles los desafíos que vislumbro como horizontes pastorales que deben guiar nuestro caminar y nuestra programación Misionera.
Esta mirada de amor frente a la crudeza de la realidad nos permitirá hacer un buen discernimiento a la luz del Evangelio siguiendo las orientaciones que el Papa Francisco nos regala tanto en la Evangelii Gaudium, como en sus constantes intervenciones y homilías. Deseo que toda futura acción evangelizadora sea significativa, creativa y pronta.
Saludo y diálogo con todos: he mencionado en varias ocasiones y estoy convencido que el ABC de la pastoral consiste en acciones muy sencillas y a la vez muy humanas, como el saludo y la sonrisa con que nos presentamos como Iglesia ante nuestros mismos fieles y ante los que llamamos alejados e incluso indiferentes o ante quienes se confiesan no creyentes. En este sentido, ser una Iglesia de puertas abiertas como el Santo Padre nos pide ser, implica revisar los modos y las actitudes, el lenguaje y procedimientos como tratamos a quienes se acercan, con menos burocracia, sin cara de funeral y evitando ser una aduana pastoral.
Debemos reformarnos y programar acciones y procedimientos pastorales, así como estructuras que reflejen el rostro misericordioso, compasivo y alegre de Jesús. ¡Hay que volver a ser como los niños! Además, Evangelii Gaudium nos invita a un diálogo con el mundo, a no tener miedo a entrar en comunión con los ambientes que a veces nos dan miedo, por considerarlos lejanos a nuestra cultura eclesial. El diálogo no significa renuncia a nuestros valores, pero es el único camino para transformar las diversas culturas urbanas que forman parte de la pastoral, que no podemos desconocer y que hay que asumir con urgencia.
Afectividad y espiritualidad: El ABC de la pastoral, el saludo y la sonrisa, así como el diálogo no son siempre posibles ya que muchos de nosotros hemos sido heridos y la desconfianza en los demás, así como la pobre autoestima, nos impiden relacionarnos debidamente con los otros. La pastoral de hoy, así como la formación pastoral, debe partir de un adecuado desarrollo humano, pero integrado a una espiritualidad cristiana madura, basada en una adecuada antropología. Como Iglesia tenemos muchísima riqueza en este campo, numerosos autores de libros, talleres, y variadas experiencias espirituales, sin embargo, no siempre están al alcance de todo el pueblo de Dios y no siempre se integran en un proceso humano-cristiano.
Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre y esta verdad de nuestra fe nos debe llevar a integrar los elementos humanos y cristianos que nos ayuden a un mejor desarrollo personal y comunitario.
Comunidades abiertas a la ciudadanía: Si logramos un buen desarrollo humano-espiritual, el ABC de la pastoral como Iglesia de puertas abiertas y en salida, podremos entonces incluir en nuestras acciones y programas no únicamente a los fieles cercanos o a los bautizados practicantes, sino además, a todos los ciudadanos.
Considero que también debemos atender los diversos campos que hoy demandan una creciente conciencia de participación ciudadana: civismo, política, educación, ecología, desarrollo, etc. Un ejemplo iluminador en este horizonte ha sido la intervención del Papa Francisco en la restauración de las relaciones de Cuba con Estados Unidos que beneficiarán a miles de personas en ambos países.
Pobreza y solidaridad: No basta tener buena intención y buenas ideas para ser aceptados los creyentes en la participación ciudadana. Si el Papa ha tenido la necesaria aceptación para intervenir y ser escuchado en espacios de dimensión internacional, se debe ante todo a su testimonio en la lucha por impulsar una Iglesia pobre y misionera al servicio de la solidaridad con quienes viven en las periferias existenciales. Como Iglesia diocesana no podemos dejar de escuchar la invitación constante del Papa Francisco a una reforma que nos ayude a vivir y reflejar mejor la vida y enseñanza de Jesús manifestada en los evangelios.
Los exhorto a no tener miedo de soñar con ser una Iglesia pobre y solidaria, asumiendo con valentía las orientaciones de Evangelii Gaudium ya que, “cada Iglesia particular, porción de la Iglesia Católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera… Su alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales. Procura estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado. En orden a que este impulso misionero sea cada vez más intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma” (EG 30).
Mons. Rogelio Cabrera López / Arzobispo de Monterrey