Sensibilidades Cristianas
(Paul Buchet).-
Unos días atrás se recibió la noticia que el Papa Francisco fue a celebrar los 500 años de Lutero con la Iglesia sueca. Este gesto personal del Papa sorprendió.
La división de los cristianos sigue un escándalo aberrante sin que se descubra serias prácticas de ecumenismo y eso cuando la cultura global promueve la tolerancia emancipándose progresivamente de toda influencia religiosa. Esta laicidad de los estados gana recluyendo la espiritualidad en la vida privada. Las diferencias institucionales o dogmáticas de las religiones no parecen los obstáculos mayores para la unión de los creyentes porque estas pueden quedar poco a poco en la historia pero las dificultades del ecumenismo se encuentran mayormente en las sensibilidades religiosas que se han diversificado, tanto entre las distintas confesiones sin tomarse en cuenta suficientemente.
Llama la atención la multiplicidad de grupos religiosos heredados del protestantismo pero se debe notar también que, a pesar del el centralismo católico, surgieron muchas órdenes y congregaciones religiosas con carismas particulares, algunos más místicos, otros más misioneros, otros asistenciales sin contar la multiplicidad de devociones populares. Esta diversidad podría ser considerada una riqueza de la religiosidad humana si no rivalizarían estas particularidades. Las religiones desconocen las diferencias de postura de una y otra. Muchas sensibilidades quedan encubiertas o dejan el lugar en una diatriba de conceptos y de ideas. Unas pocas sensibilidades son transversales y contagiosas como el pentecostalismo y los grupos de oración, el social cristianismo político, la ecología… pero muchas otras son aparentemente contradictorias o se expresan en creencias adversas, opositoras y divisionistas.
Una sensibilidad religiosa es un afecto por un u otro aspecto de la espiritualidad o de la religiosidad. Como ejemplo de sensibilidad religiosa se puede recordar el cambio litúrgico que operó el Concilio Vaticano II. Se dio vuelta a los altares buscando devolver a las reuniones litúrgicas su sentido comunitario, una sensibilidad que se había perdido. Los que tenían una religiosidad preferentemente cultual (dirigida mayormente hacia Dios) tuvieron resistencia en aceptar este cambio. Después de medio siglo, uno se puede preguntar si este cambio del altar logró una sensibilidad comunitaria para la eucaristía. Las sensibilidades están profundamente enraizadas. Por ser íntimas, conservadoras y de pocas palabras, no es fácil intervenir en ellas con normas. Además, las sentimentalidades religiosas son verdaderas cajas de Pandora que se temen abrir porque no obedece siempre a una lógica racional. Los catecismos, las predicaciones y los ritos practicados pueden buscar influir en ellas pero hay que saber que la evolución de la sociedad, los descubrimientos científicos y la cultura general pueden intervenir para estimularlas en una u otra dirección.
Existen sensibilidades que llegan a estigmatizarse y manifestarse en las diferentes las religiones cristianas. Por ejemplo, los herederos de Lutero y de la Reforma valoraron de manera distinta los lugares de culto. Las iglesias católicas y las catedrales son lugares sacralizados que se respetan, tienen un tabernáculo que manifiesta la presencia divina cuando para los protestantes y evangélicos, el templo es un local de reunión para escuchar la palabra de Dios y las predicaciones. Otro ejemplo es el bautismo que es un rito común a todos los cristianos pero no se percibe de la misma manera cuando por la parte católica es un rito administrado a niños y por el lado evangélico, un acto asumido por adultos. Simplificando es para unos una percepción de la paternidad salvífica de Dios cuando para otros es un acto personal de fe que salva.
Otras sensibilidades significativas son las percepciones respecto a la presidencia de las reuniones religiosas. Cuando los católicos valoran la ordenación del ministro sacerdotal como representante de Dios, los evangélicos subrayan las habilidades personales y el reconocimiento organizativo del rol de pastor. Se puede preguntarse si fueron las creencias o las sensibilidades religiosas que provocaron las divisiones de los cristianos. Es un hecho que a menudo los dos van a la par pero también parafraseando un dicho ilustre se podría decir que las sensibilidades religiosas tienen a veces percepciones que las creencias no conocen
Muchas sensibilidades religiosas van con su época. Nuestros abuelos confiaban en sus instituciones eclesiales y buscaban cumplir con sus deberes religiosos. Los cristianos de 50 años atrás fuimos preocupados del “quehacer” cristiano en lo terrenal y los cristianos actuales se ven más problematizados por su identidad cristiana y busquen definirse mejor en el mundo actual.
Para seguir reflexionando, podemos abrir algunos temas de actualidad acerca de las sensibilidades religiosas.
Una primera sensibilidad que se puede desmarcar en los esfuerzos ecuménicos es la devoción mariana y las devociones a los santos. El número de congregaciones, de movimientos marianistas y de devociones particulares a la Virgen María, revela sin duda, una poderosa particularidad del pueblo católico con n esta veneración afectiva a María. Los protestantes y los evangélicos no reniegan de la Madre de Dios pero no le tienen este cariño, ni necesitan para su fe de su original intermediación salvífica. Encuentran excesivo y hasta idolatra el culto a los santos, le tienen repulsión cuando por el contrario, el Vaticano sigue canonizando santos y promoviendo cuantos santuarios y devociones dando auge a la religiosidad popular que desarrolla una sensibilidad muy particular para sus santos preferidos.
Otra sensibilidad es la que nos recordó la declaración del organismo del Vaticano que prohíbe el desparramar las cenizas de los difuntos y su no resguardo en lugares no autorizados. El culto de los muertos ha sido desarrollado mucho en la tradición cristiana. Los católicos como los ortodoxos fomentaron ceremonias de funeral, oraciones, cementerios en torno a las iglesias…una adhesión a las creencias como la del purgatorio, de los limbos… Desgraciadamente hay que recordar que ha sido justamente el lucro de las indulgencias (la oración con dinero para acortar el tiempo del purgatorio de los muertos) que dividió la cristiandad europea. Los católicos tienen la convicción que pueden pedir a Dios (perdón y santificación) a favor de una persona fallecida. Para los evangélicos, a la muerte, es la fe de la persona misma que es determinante para el futuro eterno del fallecido. Cuando una sensibilidad da para la posibilidad de arreglar las cuentas con Dios pudiendo interceder para los demás, los otros insisten en la urgencia de conversión personal antes de morir.
El decreto del Vaticano podría haber entrado en estas sensibilidades para acercar posiciones, prefirió referirse en el tipo de vida después la muerte. Sin actualizar creencias (en la Resurrección) ni mencionar sensibilidades nuevas, quiere normar unas prácticas prohibiendo más que otra cosa algunas nuevas prácticas. Reconoce que la doctrina no impide cremar los cuerpos pero no se hace alusión tampoco a los sentimientos de los que deciden la práctica crematoria para sí o para sus difuntos. Parece insistir en el sentimiento antiguo de juntar los cuerpos en torno a las iglesias o cementerios bendecidos en previsión de la resurrección final como para actualizar la profecía de Ezequiel de los esqueletos que vuelven a vivir. El sentir de muchos cristianos respecto a la resurrección corporal es que esto sigue un misterio y las escuetas explicaciones de los catecismos respecto al más allá no aportan mucho. Prefieren intercambiar sentimientos como el de la confianza personal en Dios que va más allá de la muerte o este sentimiento al considerar Cristo que solidarizó con nuestra corporeidad haciéndose uno como nosotros.
El decreto vaticano citado, dirán las malas lenguas, sirve para dejar trabajo y entradas a los curas! Lo más grave es que pasa al lado de las sensibilidades cristianas. No pregunta por ellas, no las toma en cuenta, no las suscita. Sin embargo, espontáneamente surge un cariño especial (quizás discutible) de conservar las cenizas de los padres en su casa o de hacer un diamante de sus cenizas. Es un gesto cariñoso para muchos derramar las cenizas de un ser querido en un lugar poético escogido por el mismo difunto.
Lo cierto es que a los cristianos nos faltan espacios donde hablar de nuestras maneras de apreciar nuestra fe. Las autoridades eclesiásticas recortan muchas veces la imaginación de los cristianos, su arte de creer.
Tomemos un último ejemplo de la sensibilidad cristiana que está sufrida por el pueblo cristiano en Osorno. Un grupo importante repiten incansablemente su petición al obispo nombrado para que renuncie a su cargo. Si este movimiento fuera el hecho de unas intromisiones políticas u otras como se dijo, hace tiempo que se habría desvanecido el grupo que interpreta el común de la gente. Sus intervenciones no fueron manifestaciones callejeras promovidas por algunas cabezas calientes, es un movimiento de auténticos cristianos que, por su gran sensibilidad religiosa merece ser conocido por adentro.
En realidad, estos laicos manifiestan una espiritualidad que se destaca en la situación de la Iglesia chilena actual. Tienen una religiosidad muy “católica” porque su reclamo confirma su adhesión a la tradición apostólica de la Iglesia, a la importancia de un obispo para encabezar una diócesis. Creer en este ordenamiento de la Iglesia de parte de Cristo es la sensibilidad profunda que honra estos católicos.
Su reclamo persistente manifiesta la justa necesidad de exigir una calidad públicamente irreprochable para la persona nombrada para el cargo de obispo. Esta petición va a la par con la absoluta confianza en Dios que dispuso este ordenamiento de guías para su pueblo. La verdad es que es Dios mismo que está malamente involucrado en este nombramiento equivocado. No es la honorabilidad de una persona determinada que está cuestionada, se trata de la misma santidad de Dios que se tiene que revelar en la sociedad y en la comunidad por quien encabeza la Iglesia católica de Osorno. El nombramiento del obispo Barros surgió en medio de un conjunto de corrupciones: corrupciones sexuales, corrupciones financieras y corrupciones institucionales. Su permanencia en el cargo no defiende la causa de Dios y la comunidad eclesial de Osorno merece menos ambigüedades para mantener su sentimiento apostólico. Piden un obispo ajeno a toda esta trama corrupta que se hizo pública en Chile. Piden respeto humano, piden recuperar la dignidad pública para su Iglesia que mucho perdió con este insólito nombramiento.
El respeto por las sensibilidades. El tomar en cuenta las sensibilidades. El poder hablar de ellas e intercambiar será un primer paso para una nueva evangelización tan deseada.
Paul Buchet
Consejo Editorial de revista Reflexión y Liberación.