La corrupción más grande de Chile es la desigualdad social
El sacerdote jesuita Felipe Berríos realizó un análisis de la realidad chilena. Los casos de corrupción en la política, los poderes que actúan aún en el país, la desigualdad y el anhelo de felicidad, son los temas que aborda. Su mirada siempre fija en el corazón de las personas, el cual dice está contaminado por el mercado, pero que puede sin dudas limpiarse y volver a su naturaleza más plena: el amor.
Desde la mediagua en que vive, en el contexto del campamento que lo cobija, ilustra con sus palabras lo que ve y medita en sus reflexiones diarias, unas que al expresarse provocan más de algún malestar, pero cuando no, si la transparencia de sus ideas surgen con claridad y certezas.
¿Cómo explica lo que acontece en política, economía y vida en sociedad?
Creo que hay dos fenómenos que se suman. El primero es que el mundo después de la caída del muro de Berlín y del término de la Guerra Fría, impera un sistema e ideología de mercado, en que no importa que tan bien se hagan las cosas (…) la sensación es que da lo mismo las medidas políticas que tomen en los gobiernos, da los mismo quién gobierne, las cosas que se implementen no importan mucho, porque está la mano invisible que produce una crisis en las instituciones.
La segunda son las redes sociales, hacen que uno esté informado inmediatamente, la información ya no es controlada por grupos de poder, la gente tiene un medio de comunicación directo e instantáneo.
¿Cómo ve el momento político chileno y la relación dinero-política?
En Chile, independiente del trabajo de la justicia y de aquello que diga en los casos Penta, Caval y otros; lo que está pasando es más que un hecho de corrupción. Porque si fuera sólo un hecho de corrupción, se termina castigando a quienes lo cometen. Pero aquí no se ve que los políticos tengan grandes mansiones y no tienen una vida de excesos. Entonces más que una corrupción, hay algo que es mucho más profundo y mucho más grave: la verdadera corrupción del país es la inequidad social.
Berríos precisa que “más del 50% de los chilenos gana menos de $300 mil, esa desproporción es la verdadera corrupción y eso se da desde la Colonia hasta hoy, porque hemos creado unas capas de privilegios: colegios de elite, redes de filiación sanguínea, que son clases de poder que han ido dominando el sistema político, comunicacional y económico”.
Sin embargo, vislumbra cambios “hoy ese eje de poder se corrió un poco y espero se corra más, porque hoy tiene acceso a ese poder la clase media, por eso el país se escandaliza por cosas que siempre se han vivido”.
Decepción
¿Entonces qué sentido tiene hoy la experiencia política, pensando en la idea del ejercicio ciudadano?
Yo creo que hay una decepción muy brutal. Pero, nosotros podemos prescindir del fútbol, pero no de la política. Los políticos, las instituciones son el único elemento que tenemos las personas contra los poderosos. Es verdad, hay un hastío de la gente a no saber nada, pero poco a poco se van dando cuenta que necesitamos de la política, porque es el modo de poner freno a una ideología ciega del mercado o de grupos de poder.
Lo que hay que hacer es seguir avanzando en este eje de poder que se está corriendo y desmontar esta unión perversa entre política, dinero y medios de comunicación.
¿Debe ocurrir un cambio en el modo de ejercer el poder, de entender la autoridad constituida?
Los políticos son un espejo de cómo somos nosotros. Hoy la gente cambió, no acepta un modo de ser, de hacer negocios, de informar y menos, un modo de ser de la política. Entonces, cuando la gente cambia esa mentalidad, cambian los medios de comunicación, los grupos de poder y la política. Por tanto, no es sólo una cosa de los políticos, es de todos.
¿Cómo influir en esos cambios?
Yo uniría una idea más a esa pregunta ¿quién gana cuando la política está en el suelo? Los que ganan son los poderosos. Son los grupos de poder que han estado siempre, por eso debemos interrogarnos sobre eso. Bien descubrimos algo que estaba malo, pero si seguimos pisoteando lo que ya está en el suelo no sirve. Tenemos que reparar aquello que está malo.
¿El voto sería el medio para eso?
Es el modo en que la democracia funciona. Como ciudadanos tenemos que dejar de pensar en lo que yo necesito, lo que a mi familia le hace falta, lo que a mí me interesa. Debemos preguntarnos ¿qué tipo de país queremos, qué sociedad queremos construir, cómo protegemos a los más débiles, qué tipo de gobierno queremos, qué tipo de constitución queremos que nos rija, cómo va hacer el ejercicio del poder, cómo se va repartir la riqueza? Porque si tengo una mentalidad individualista, más que un ciudadano soy un consumidor y me da lo mismo el ejercicio de la política; así no se construye una sociedad.
¿En la sociedad chilena habrían evidencias que aquello se puede conseguir?
Yo creo que sí. Más que mal tenemos una nuera de la Presidenta firmando en la comisaría todos los meses. Tenemos dos empresarios connotados que estuvieron presos, que están con arresto domiciliario y siendo juzgados en un proceso, políticos que se han presentado ante tribunales y fiscales clase media, producto de la meritocracia. Tenemos una prensa libre que muestra lo que pasa. Esas cosas son positivas.
Pero cuando uno va a las redes sociales descubre que no basta con esos procesos, la gente pide más. ¿Será que no es suficiente?
En las redes sociales cualquier artículo que tu pones la reacción es violenta. Yo creo que esa violencia tiene dos fuentes: Una es el anonimato. La otra es que hay un descontento, tenemos más cosas en Chile, pero no mejor calidad de vida. La gente no está gozando, llega estresada a la casa, vive llena de deudas. Anda persiguiendo una felicidad que le ofrecen en la propaganda y que no lo hace feliz. Hay un descontento muy profundo.
Inequidad
¿Qué puede ser más peligroso: la pobreza o la inequidad?
La pobreza es un reflejo de la inequidad, es un termómetro de la desigualdad. Ahora, creo que se han dado pasos grandes para superar la pobreza que son pasos difíciles. Hemos avanzado, desde los tiempos de la reforma agraria hasta las reformas que se están haciendo hoy, con las cuales que yo estoy totalmente de acuerdo. Son muy profundas como la gratuidad de la educación, la tributaria, el binominal que hacía que la democracia no se reflejara en el poder que gobierna. Esa reformas son importantes y es verdad ocasionan inestabilidad, pero el país está dando pasos profundos. Yo creo que debe seguir profundizando estas transformaciones.
¿Cómo se puede superar la inequidad cuando hay una clase media que surge renovada en lo económico y se instala en otra escala social, marcada por el nivel de adquisición que posee?
Cuando se habla de equidad, no significa que todos seamos iguales, sino que tengamos acceso a las mismas oportunidades, que no marque mi vida el lugar donde nací o vivo, el color de piel o mi apellido. Que hayan personas que tengan más que otras, ese no es el problema. El problema es cuando los que tienen más, en verdad tienen demasiado y son muy pocos, y aquellos que ni siquiera les alcanza para vivir son muchos. Ese desequilibrio brutal genera malestar social.
¿Y de qué modo se puede revertir o superar esa realidad?
Yo creo que seguir con las reformas que ya están en marcha. Una reforma educacional que ayude a los logros por meritocracia, una readecuación de la economía por medio de los impuestos, los que tienen más paguen más. Una democracia que realmente refleje lo que piensa las mayorías. Son los primeros pasos.
¿Lo que dice incluye el cambio de la Constitución?
Yo creo que lo importante de la constitución es que uno sienta que se hizo de cara al país y no entre cuatro paredes. Lo otro es necesario que no sigamos viendo al país como una máquina dispensadora a la cual se le pide cualquier cosa. Debemos sentirlo como propio y repito: qué clase de país queremos, qué participación le vamos a dar a los jóvenes, adultos, pueblos originarios. Así entiendo yo el cambio de constitución, que yo pertenezco a una comunidad.
Habla de reformas que se están realizando pero el malestar sigue ¿Cuál sería la explicación?
Yo le diría a la gente que ese malestar en vez de traducirlo en rabia, de alegar contra los políticos, el país y las autoridades, mejor tradúzcalo en reformas profundas de la sociedad. La reforma política nos llevará a vislumbrar el país que queremos; la tributaria a una mejor redistribución del ingreso, la educacional a que haya más meritocracia. Pero, si nos quedamos en la rabia, los grupos de poder van a seguir actuado.
¿Les falta a los grupos empresariales de este país ser más justos que filántropos?
Yo digo esto, que quizás políticamente no es muy correcto. No podemos centrar el problema en un solo grupo de la sociedad, sino que hoy en Chile hay una bipolaridad. Todos los ciudadanos queremos más participación, justicia social, democracia, oportunidades. Pero a la vez que deseamos esto, no estamos dispuestos a compartir nuestros privilegios. Ahí tenemos una mentalidad democrática y un corazón de mercado. Podemos acusar a los empresarios que tienen su responsabilidad, pero no darnos cuenta que todos participamos de la sociedad.
Cambio
¿Esos cambios pasan por un diálogo en la intimidad del hogar?
Creo que tenemos que pensar qué familia queremos. Una que sea un refugio donde se cultive con los hijos el egoísmo y mirar con desconfianza a la sociedad. Ese no es de núcleo de la sociedad, es el desastre de ella. Pero, si yo pienso la familia donde se educa a ser una mujer y varón para los demás, donde se me enseña que soy parte de un país que es una comunidad, que tengo que convivir con otros, cómo servir a los otros; en ese caso la familia sí es el núcleo de los cambios profundos de la sociedad.
¿Tiene confianza qué se pueda revertir esto que asoma como un conflicto social?
Estoy optimista, porque la gente no está feliz. Busca más humanidad, busca ser acogido. Yo creo que cuando los chilenos eligieron a una mujer Presidenta, es porque quieren sentir lo que una mujer entrega de forma más propia, como es la inclusión, la acogida, el cariño en la diversidad, proteger al más débil. Yo creo que la sociedad anda buscado eso.
Manuel Parkes Nuñez
El Mercurio de Antofagasta