La opción preferencial por los pobres
En Medellín, los obispos latinoamericanos se reunieron después del Concilio Vaticano II y tradujeron el mensaje fundamental de ese concilio a Latinoamérica. Lo expresaron en la consigna “la opción por los pobres”. Diez años más tarde la Conferencia de Puebla, precisó la “opción preferencial por los pobres”. Pasaron 30 años, y en el continente la distancia entre ricos y pobres ha crecido. ¿Qué pasó? ¿Cómo explicar la ineficacia de esta consigna?
Concibo algunas explicaciones: primero, las conferencias de Medellín y Puebla reunieron obispos. Los obispos no son “la iglesia”, los laicos son parte integrante y principal de la iglesia. Era importante que en el tema económico estuvieran presentes comprometiéndose. Dos, los obispos se mueven generalmente en el plano doctrinal. Tratándose de pobreza era importante que se descendiera al plano de la realidad práctica y al plano de la política. No el que dice, sino el que hace…
Hemos caído bajo la crítica de Marx a Feuerbach: “hasta hoy los filósofos (teólogos) se han ocupado en explicar el mundo, lo que valdría sería que lo transformaran”. Nos hizo falta la praxis. Juan Caminada aportó a Chile esta crítica la que fue rechazada prácticamente por los obispos, él les había propuesto su plan de ejecución efectiva de la opción por los pobres, pero este plan fue rechazado. Demasiado tiempo mantuvo Roma su desconfianza frente al influjo del marxismo en la doctrina social de la iglesia. Esta doctrina, al menos en Chile, no se renovó con la doctrina del Concilio Vatiano II. Esta desconfianza impidió una renovación frente a las corrientes socialista y marxista.
Por lo demás hemos de admitir la dificultad de ser realmente consecuente y desprendido por parte del laico adinerado o capitalista. Veamos el alcance que tendría que tener esta opción por los pobres para ser consecuente, praxeológico, traduciéndose en hechos incluso políticos. El propietario católico o empresario puede sentirse confortado con la legitimidad de sus derechos de propietario y dueño de una fortuna. La iglesia admite como legítimo, el derecho de propiedad, pero este lleva una hipoteca, ha de servir al bien común, al bien de todos, particularmente de los pobres. Ahí está la opción preferencial por los pobres. Esta hipoteca ha sido demasiadas veces interpretada como un deber de caridad concebido como optativo. Esta falsa interpretación ha sido demasiado real en nuestro Chile. Hemos visto mucha caridad en nuestro país pero esto no ha impedido la persistencia de la pobreza y por otro lado el aumento de las fortunas multimillonarias.
Todo muchacho cristiano heredero de una gran fortuna, deberá confrontar su situación con la palabra evangélica de Jesús al Joven rico: “vende lo que tienes, dalo a los pobres y después me seguirás”. Con todo, el rico puede mantener sus bienes con tal de que los ponga, como hemos dicho, al servicio del pobre. El empresario agrícola, forestal o minero, puede suministrar muchos puestos de trabajo e incluso administrarlos con más competencia que la que tendría el Estado. En los servicios de salud, educación, transporte, etc. el capital privado pueda hacer buenos desempeños, pero en todo ha de valer la opción preferencial por el pobre. Lo que hace falta nuevamente es la “praxis”. El empresario debe “hacer efectivo”, el “praxismo”, en su conjunto los grandes empresarios no lo han hecho. La prueba es que ellos se cuentan entre los grandes millonarios del continente y por otra parte subsiste la pobreza y el descontento del habitante medio. Y Chile sigue siendo uno de los países más inequitativos. La sabiduría nos enseñará a combinar la iniciativa del liberalismo con la estructura equitativa del socialismo.
En suma, el Concilio Vaticano II nos dice que nuestra tarea es enfrentar la pobreza del mundo. La Teología de la Liberación americana nos dice que nuestra opción preferencial ha de ser el pobre. Todos estos decires serán música celestial si no nos aprontamos con la “praxis” si no nos abocamos a hacerlos efectivos.
P. José Aldunate, SJ
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