Otra vez…La ley de aborto
La discusión entre el obispo Fernando Chomali y el rector Carlos Peña puede resultar un diálogo de sordos: de un lado, la bandera que muchos religiosos levantan con el tema del respeto de la vida (sobretodo “por nacer”) para defender su autoridad moral y por otra parte el casco que se ponen unos personeros académicos para lucir sus posturas anticlericales. No se ve que estas discusiones puedan lograr un dialogo abierto para mejorar nuestra convivencia nacional por una legislación adecuada.
Las diatribas muchas veces giran en torno a las distintas valoraciones de la vida humana pero no será fijando derechos y/o responsabilidades que se solucionará el problema, tampoco se puede pensar lograr un consenso preciso respecto al inicio o el término de la vida humana.
Un proyecto de ley en esta materia tan discutida no puede lograrse si no se devuelve esta problemática en su contexto preciso. Existe un desorden en la materia: el desorden de muchos abortos clandestinos, los riesgos sanitarios que implican, la penalización de autores que lo practicaron en situaciones dramáticas, los cambios culturales de un individualización de la moral, los problemas económicos críticos, de nuevos descubrimientos científicos…Es en esta nueva situación que se pretenden mejorar las leyes. La proposición es de levantar las penalizaciones de la ley de aborto en algunos casos para adecuar los procedimientos legales de acuerdo a la ética pública actual. Es de señalar que ningún país ha realizada una liberalización absoluta del aborto. Siempre se siguió poniendo un límite a la posibilidad de interrumpir un embarazo: después de algunas semanas determinadas por la ley, el aborto permanece un “crimen” penalizado.
Para valorar la vida un gobierno puede subvencionar a las madres que dan a luz -el bono de $100.000 actual- y pueden tener una educación sexual y familiar oportuna, enseñar la responsabilidad procreativa y los problemas demográficos, facilitar los medios de regulación de nacimientos, puede limitar la violencia en los medios, por ejemplo. Muchas instancias religiosas deberían reflexionar a los problemas que crearon sus doctrinas morales que desautorizaron los métodos de regulación de los nacimientos. Menos mal que la población mundial supo tomar sus responsabilidades globales en la materia. Sin encontrar inspiración religiosa para hacerlo, la gente aplicó criterios individualistas, criterios económicos, de comodidad y perdiendo las perspectivas de la generosidad que llenó la tierra y aseguró el futuro de la humanidad. Las instancias religiosas son culpables de la desorientación moral de las poblaciones en esta materia. Mejor que, a futuro, limiten sus comentarios en la materia, se dediquen a cambiar sus discursos directivos y movilicen sus fieles a reflexionar y actuar para impactar de manera positiva y practica en la sociedad.
Volviendo al problema del aborto, sería conveniente recurrir al tema de la «Misericordia” del Papa Francisco para dar al proyecto de ley una perspectiva menos condenatoria para la mujer sorprendida (ella) en delito de aborto. Vale la pena recordar el “Yo tampoco te condeno” de Jesús a la adultera en el evangelio.
También como cristianos debemos reflexionar a la responsabilidad con la vida humana de nuestros contemporáneos. Ayer la fe nos estimuló la generosidad de procrear. Hoy día, la fe debería estimularnos más bien en ser responsables no solamente del porvenir particular de nuestros hijos sino también de la población mundial. Con más conocimientos, más medios, los padres pueden hacer responsables de la existencia o no de nuevas vidas pero a la vez están enfrascados en una cultura y una sociedad impositiva que les deja poco margen de decisión verdaderamente libre.
Es este dilema de las generaciones actuales que obliga la adecuación de las leyes a las situaciones actuales. No hay convivencia posible sin la aceptación de la diversidad valórica, sin la tolerancia de decisiones adversas a las propias
Por esto es todo un desafío para los religiosos volver a hablar de Dios (que implica el hombre para la sobrevivencia de su especie) más que de mandamientos (que Él dicta). Es un desafío para los académicos abrir los cuestionamientos más allá de los conocimientos que otorgan a los jóvenes.
Y para los legisladores, el desafío es de lograr una legislación que abra camino hacia una mejor convivencia social. Será muchas veces mejorando la calidad de vida de las poblaciones que podrán lograr disminuir las violencias conyugales, la delincuencia juvenil, el abandono, la marginalidad… Hay mucho que hacer antes de perseguir legalmente a quienes abortaron.
Para terminar, una pregunta para los moralistas:
Si hoy día, los hombres y mujeres logran una responsabilidad mayor que sus antepasados para la procreación. (Ya no es la generosidad del instinto que los guían). Están más informados más conscientes, para decidir la vida y, por adelante, se puede pensar que no existirán vidas que sus padres no deciden llamar a vivir.
La pregunta es: ¿Porque con este rol y esta mayor responsabilidad del «inicio” de la vida, no podrían, las generaciones futuras, tener también un rol y una responsabilidad para el” fin” de la vida (la eutanasia)?
Paul Buchet
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